Son manías, muchas en mi caso. Una de ellas consiste en subir a un monte la noche del solsticio de verano, veintiuno de junio, la más corta del año, y dormir allá arribotas en mi tienda. Ni yo sé por qué, las razones a menudo no afloran, se disfrazan de ilusión. Y este año no iba a ser menos. Últimos rayos del sol. Mi sombra se estira junto a las de los pinos silvestres, se deforma en el granito, se retuerce, pronto se desatará de mis pies para diluirse en la sopa de sombras nocturnas. Y mañana me buscará para volver a amarrarse a mis botas. Qué triste ser sombra de algo o alguien, qué falta de personalidad, qué sumisión.
Un buchito a mitad de subida. El agua de la sierra madrileña es extraordinaria. Mi vieja mochila, azul por supuesto, ya ha visto pasar por mi espalda a más de una generación de otras más modernas, pero sabe que sigue siendo mi favorita.
Te quiero, jodía.
Te quiero, jodía.
El pradito que encontré este año, resguardado, magia imaginada, buen lugar para instalar la tienda clandestina.
La tienda ya montada. Me gusta esta tienda: reducida, ligera, discreta, fácil de instalar. Ideal para una persona, o para dos muy bien avenidas. Pero este año no ha venido (comentario pretendidamente ingenioso que se veía venir dada mi tendencia a recurrir a este tipo de chascarrillos)
El pino quiere pinzar la luna, casi llena este año. Le hace cosquillas con la puntica de las acículas. La luna ríe.
A falta de otra diversión, jugueteo con la lámpara, patadita va patadita viene. Se menea y saca sombras rítmicas (las sombras otra vez...)
A las cuatro de la mañana, es la luna quien quiere juguetear con la lámpara, colándose por la puerta que he abierto (me gusta el riiiis de las cremalleras nocturnas abriéndose o cerrándose). Las luces se buscan. Apago la lámpara y la luna ahora se cabrea.
Amanece, es hora de abrir el termo de café, mojar un par de galletas,...
...desmontar el tinglado...
...desmontar el tinglado...
...y tirar para abajo adverso flumine, como dice y camina ella. Bajar cuando los otros suben. Subir cuando los otros bajan.
Desde la senda del retorno, al fondo y a mi izquierda, la última nieve de Peñalara. Encuentro de miradas y despedida.
El año que viene reincidiré, a poco que me respeten las averías. Son momentos repetidos e irrepetibles. Momentos...