El Cerro Gordo es aparentemente el más alto de los montes que enmarcan Caravaca. Pero es el de menor altitud. El hecho de ser el más cercano al pueblo le da esa falsa jerarquía (ya se sabe, la perspectiva que nos deforma y trastoca las mayordeces y las menordencias). Lo que sí es, doy fe, el más molesto de subir, por su elevada y contínua pendiente, constituída además, para mayor jodimiento, por zonas amplias de canchales de piedra suelta. Pero bueno, al llegar a la cumbre se le perdona todo. O casi. Su nombre, como todos los topónimos, está muy bien elegido: es un cerro gordo recortado contra un cielo casi siempre azul. Aunque a mí, desde zagal, siempre me recordó a un mamut dormido. No sería tampoco un mal nombre: el Mamut Dormido, me gusta.
Hace unos días lo he vuelto a subir. Por última vez, fijo. Con este incómodo monte ocurre que lo subes una vez, despotricando, llegas a la cima, to sudao, admiras el paisaje, lo bajas (incómoda bajada también) y cuando llegas a su base dices: "nunca más". Pero el efecto rechazo dura cinco años, al cabo de los cuales te vuelve a entrar el remusguillo, el por qué no, el qué bonito es, qué provocativo, los olvidos, los perdones... y vuelves a arrear p'arriba. Pero no creo que yo esté para muchos remusguillos y subimientos dentro de cinco años, ahora que todo empieza a bajárseme. Esta vez me he despedido de su pelada cumbre con una lagrimilla. O tal vez lo que sucede es que siempre escojo el camino menos inteligente para treparlo.
Entre las piedras crecen numerosas plantas interesantes.
Como esta mata de tomillo (Thymus).
A media subida, masticando pulmón, hago un alto para admirar estas vistas hacia Peñón de Cieza, lejos, y montes de Calasparra más cercanos. La hora temprana y las brumas mañaneras añaden un no sé qué (¿magia?) al cuadro.
El jaguarzo blanco, Cistus albidus, una joyita botánica de estas laderas, ahora en flor y con su bichito incorporado (una flor de jara sin bicho es una flor frustrada)
Ya cerca de la cima, una mata de gamón (Asphodelus) estira el cuello hacia la nube en busca de ella sabrá qué. Quizás los Campos Elíseos, que según la antigua Grecia estaban cubiertos por esta planta.
La cumbre, y el sol que la (me) saluda a través del velo de nubes.
En el hito de la cima, de tu nombre que grabé enamorao perdío hace mil años, sólo queda una E tenaz, luchando contra musgos, erosiones, vientos, soles, distanciamientos... Siempre que la veo me pregunta por ti y no quiero contestarle; o le miento descaradamente.
Ese monte pelao es el Calar de Mayrena, más allá los Siete Peñones y, al fondo, las sierras de Barranda.
Ahí abajotas, el pueblo de Caravaca anunciando sus próximas fiestas. A pesar de lo temprano de la hora, ya se oía el coheterío convocando aconteceres y divertimentos. Y yo aquí arriba, solo...
Peña Rubia, donde estuve dos días antes, y Buitre.
Esta es la foto seria, para la Prensa.
Y esta, más distendida, para los amiguetes, blogueros o sin.
Aquí, mi recorrido para wikilocos.