Sapillo pintojo

Cree que no se lo ve entre las lentejas de agua.
O quizás se muestra, coqueto.

Sapo

Uno de los diseños peor conseguidos por la Naturaleza.
Pero a las sapas les gusta.
Y a mí también.
Algo tendré de sapa.

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Retrato

Un rostro joven enmarcado por cabellera castaña, larga, lisa, sin trampas. La mirada dulce, femenina, inteligente, dirigida al frente sin observar algo concreto, tímida, sólo concentrada en un recuerdo, en un rato amable, en un paisaje, en un encuadre –las miradas no siempre enfocan algo tangible, material, también alcanzan horizontes imaginados–. La expresión de la boca dibuja una sonrisa apenas insinuada, giocondesca, que transmite equilibrio, paz, como el resto del rostro. A mitad de camino, la nariz –ese perfil del que surgen o donde convergen todos los atributos de la personalidad de un rostro– anuncia sensibilidad, carácter, decisión con pinceladas de duda. Nariz. Piel blanca salpicada de pecas coquetas y, en el cuello, la sonrisa de un lunar que algún privilegiado habrá sabido besar. Sobre la cama de colcha a cuadros rojos, blancos y negros un libro: Aves de Paraguay.

(Foto: la mirada de Friuli)

Los muelles de tu cama

Los muelles de tu cama suenan 

como un grillo apaleado, 

saltan como la mies en tu era
detrás del paso del trillo. 

Se proyectan, me atraviesan, 

me dejan herido y sin ritmo,
impotente, sin sonido.

(Foto: la cama de los muelles, los herimientos y las impotencias)

Mota de polvo

Navega la mota de polvo en la corriente de un rayo de sol. Cabalgándola, una figura femenina desnuda, diminuta, agita su mano. La reconozco: dijo que volvería. Intento una caricia, pero se me escapa, sigue su fluir sereno hacia el cristal transparente de la ventana. Me sonríe, lo atraviesa y desaparece.

(Foto: la ventana de la vieja almazara de Mayrena)