Él camina despacito que las prisas no son buenas, agarrada penosamente la mano izquierda a la baranda, el gastado bastón en la derecha, maldita artrosis, la cabeza caída, pensativo. Sube peldaño a peldaño, clopin clopant, con esfuerzo indisimulado, putaine arthrose encore, la escalera de salida del banco, arrastrando su traje oscuro de bolsillos dilatados, tan usado como él.
Va pensando en el crédito que le acaban de negar, o en la pensión que no le ha llegado, refunfuñando pues no va a poder pagar ni siquiera el café del bistrot de la esquina, ajeno al hombre armado que casi lo arrolla al bajar esa misma escalera, grita, dispara y la sube cinco segundos después casi arrollándolo de nuevo, estos jóvenes van como locos, ya no respetan nada, quelle folie. Llega a la salida con el corazón en la garganta y lo que le queda de pulmón asomándole por la boca, se detiene un instante para recuperar el resuello y desaparece renqueando por el lado oscuro de la acera anónima.
Va pensando en el crédito que le acaban de negar, o en la pensión que no le ha llegado, refunfuñando pues no va a poder pagar ni siquiera el café del bistrot de la esquina, ajeno al hombre armado que casi lo arrolla al bajar esa misma escalera, grita, dispara y la sube cinco segundos después casi arrollándolo de nuevo, estos jóvenes van como locos, ya no respetan nada, quelle folie. Llega a la salida con el corazón en la garganta y lo que le queda de pulmón asomándole por la boca, se detiene un instante para recuperar el resuello y desaparece renqueando por el lado oscuro de la acera anónima.
Me hubiera gustado estar esperándote a la salida del banco, agarrado también a mi gayá, haberte cogido del brazo y pasito a pasito haber seguido juntos calle abajo hablando de nos malheurs, de nuestras alegrías, de nos grandeurs, de nuestras miserias, del atleti y el olympique, de fignon y delgadó, de la liberté, la fraternité, l’égalité, esas tres utopías que nadie ha conseguido conseguir, del jumilla, joumi ¿quoi?, connais pas, sí, hombre, un vino de mi tierra, te enviaré una cajica, oh merci, de la puta política, de los putos políticos, y entre risas, palmadas en la espalda, toses, tropezones y ohlalás habernos perdido así abrazados en la fría niebla de París.
(Vídeo: Un hombre abre fuego con una escopeta en la sede del diario Libération)
(Vídeo: Un hombre abre fuego con una escopeta en la sede del diario Libération)