El día de mi cumpleaños recibí un paquete que vino volando, supongo, desde el prado de un río mediterráneo. Y digo volando porque, al abrirlo, vi que contenía, tallado en madera negra, el dibujo de un "pajarraco picoteador en su fase triste" (como dice la dedicatoria del reverso). Ese día yo estaba muy malito y el pajarraco me abrió una sonrisa, y otra mayor el recuerdo de su diseñadora, la artista remitente.
Me emociona (soy emotivo por emotivo y por viejo) pensar que una persona ha tenido la paciencia de coger un dibujo mío (este pertenece concretamente a una entrada de mi cueva de hace tiempo, El pájaro triste) y pasarse horas rehaciendo, repintando, recortando ese dibujito, y añadiéndole un imán posterior para que lo pegue en mi nevera mayrenera. Nevera que ya tiene otros imanes con la misma firma.
Si algún día pasas por Caravaca verás tu pajarraco prendido de la nevera, y te prometo que dentro del frigorífico habrá una botella fresquica de tu vino preferido (los aperitivos los traes tú, anda, que sé que son exclusivos y especiales). Seguro que al pajarraco se le quita esa cara de tristeza al verte aparecer por allí. Y a mí no veas.
(Foto: el pajarraco imantado. Abajo, el original)