Fue mi compañero inseparable desde que tengo uso de razón. Siempre ágil, dispuesto, nervioso, vivo. A veces yo lo solicitaba a él; otras era él quien me requería a mí ilusionado. Nunca me falló, nunca le fallé, fuimos como esos amigos leales que todos anhelamos tener. En ocasiones, reconozco, abusé de él; a menudo fue él quien se excedió conmigo. La amistad es eso, sacrificarse el uno por el otro, estar “ahí”, acudir a la llamada sin condiciones, forzarse por ayudar hasta los límites de lo físicamente razonable.
Hasta ayer. Ayer comprobé que había ocurrido lo que ya me habían avisado las-gentes-que-siempre-avisan-de-estas-cosas: “Ojo, no abuses, a su avanzada edad es posible que en cualquier momento le dé el temido infarto: el infarto de pitocardio”. Y sucedió. El momento exacto del infarto no lo detecté, solo sé que al llamarlo no acudió como hizo siempre. Las circunstancias eran las idóneas: amanecida, habitación en penumbra, tranquilidad, susurro, piel sensual... Pero fue inútil, no respondió a mi angustiosa llamada ni a los ejercicios boca a boca que se le practicaron.
Y así sigue desde entonces: pansío, abatido, inclinado, con la mitad de sus dos funciones –la más agradable– eliminada. Viéndolo, me parece injusto que él se haya ido y yo siga vivo aunque muy tocado por su ausencia. Por eso llevaré conmigo su cadáver colgante –como esos monos que cargan con los despojos de sus crías empeñados en negar la evidencia de su tránsito– hasta el día en que yo también vuele al mundo de la indiferencia en el que él ahora vegeta.
Pero si algún día renace de sus cenizas como ave fénix milagrosa y vuelve a mirarme a la cara, que sepa que lo recibiré con fanfarrias, ramos de olivo, cohetería y pancartas, y lo volveré a llevar de paseo triunfal por esos lugares mágicos donde tanto le gustó medrar, hurgar, inmiscuirse, rebuscar, investigar, enamorarse.
(En la historia de cada hombre hay dos mujeres inolvidables: la primera con la que funcionó y la primera con la que dejó de funcionar. Foto: flor de lirio "pansía")
(En la historia de cada hombre hay dos mujeres inolvidables: la primera con la que funcionó y la primera con la que dejó de funcionar. Foto: flor de lirio "pansía")