Dicen que a la tercera va la vencida y esta vez así ha sido. Encontré al fin el tejo casi milenario de Canencia (Miraflores-Madrid). Conocía más o menos su posición, pero nunca había conseguido llegar hasta él, oculto como se encuentra entre laderas cerradas, tras una roca, pegaíco al arroyo del Sestil. Por eso ha vivido tantos años, sin ser molestado mucho. Es ancho de base, mazacote de hechuras, no muy alto, hueco de tronco y habla con voz cascada por los años y la humedad. Tose. No me lo dijo, pero tiene artrosis, seguro. Sus ramas retorcidas, nudosas lo atestiguan. También parece tener mal genio, me dio la impresión de que no le gustó que besase su tronco musgoso. ¡A por el milenio, campeón!. La foto no es muy allá, pero da una idea de su aspecto.
Antes de encontrarlo y para fomentar mi morbo, hice un recorrido por la sierra alta, cubierta ese día por la nieve. Ahí van unas foticos.
Antes de encontrarlo y para fomentar mi morbo, hice un recorrido por la sierra alta, cubierta ese día por la nieve. Ahí van unas foticos.
La cascada helada, entrevista a través de los troncos de los pinos silvestres,
Senda y nuestras huellas, las primeras humanas ese día.
Chupones de hielo, el moco congelado de la roca granítica.
Charco helado en el arroyo y palo queriendo salir (o entrar).
El hielo que jugaba a ser hoja.
En la Comunidad de Madrid hay unos 270 árboles catalogados como singulares. El más viejo de todos ellos es otro tejo (Taxus baccata) situado en el Valle del Lozoya, con una edad estimada en 1.000 años. Cabezota como soy, me he propuesto encontrarlo. A ver si lo consigo a la primera...