Ahora te miras al escote, tomas un pecho con cada mano, sobre la tela de la camiseta, y los subes un poco. Piensas que ahí es donde deberían estar, donde estuvieron hace quince años. Y quizás estás pensando en la posibilidad de hacerte una operación de esas que están de moda. La luz se cuela entre tu cuerpo y la camiseta, y me dibuja, me insinúa, tu perfil ¿Te he dicho ya que me atrae tu cuerpo? Tienes unos pechos preciosos y están donde tienen que estar. Y tienen algo que no tendrán nunca unos trozos de silicona: piel, sensibilidad, receptividad a las caricias. Los pechos de silicona son de mírame y no me toques, insensibles, nunca tendrán arrugas de alegría. No te subestimes, estás en lo mejor de tu vida, estás en la plenitud física y mental, y aún te quedan muchos años para saborear esa situación. Y eres muy atractiva, te lo digo sin que me oigas.
Dentro de un rato, cuando salgamos juntos a la calle, todos los hombres que nos crucemos te van a mirar con admiración. Y a mí con envidia.
(Foto: flor de croccus en la Laguna de los Pájaros)
Este sí que lo recuerdo... ;)
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