Me han dado muchos besos en mi vida, pero recuerdo uno especialmente. Yo viajaba hacia Argelia, donde trabajaba, y tú me acompañabas por primera vez. Yo estaba sentado junto a la ventanilla del avión; tú, a mi lado. Te acercaste en silencio y besaste mi mejilla, cálidamente, con una sonrisa en los labios. El cariño y la ternura que me transmitieron aquel beso quedaron grabados en mi piel para siempre.
Unos meses antes nos habíamos prometido aquello de “hasta que la muerte nos separe”, expresión que no he vuelto ni volveré a pronunciar jamás. Quince años maravillosos, dos hijos a los que quiero más allá de los límites racionales, un período irrepetible; si hoy valgo algo como persona y como profesional te lo debo en buena parte a ti.
Luego nos separaron circunstancias bien diferentes a la que se nos anunciaba o amenazaba en el intercambio de anillos olvidados; la eternidad dura lo que se tarda en deletrearla. Porqués sin respuestas, un sentimiento de culpabilidad que me ha acompañado y me acompañará siempre, el inicio de nuevos caminos, de besos diferentes, de promesas distintas algunas veces cumplidas.
Quiero pensar que has sido feliz, que la persona que encontraste, que te cogió la mano y no la ha soltado hasta hoy, te ha dado lo que yo no supe, no pude o dejé de darte.
Hoy soy yo quien se acerca a la ventanilla del avión que te devuelve al origen mineral y quien besa tu mejilla con inmenso cariño, mientras una lágrima serena, sin retorno, escapa de mis ojos, y de mis labios brota un susurro tardío. Demasiado tardío.
(Foto: Pilca)
Escrito con el corazón en el alma.......
ResponderEliminarQue triste.
ResponderEliminarBesos
Diego, amigo mío, esta carta tan dulce habrá llegado, lo sé, llevada por la sonrisa y el cariño de vuestros hijos y nieto.
ResponderEliminarUn gran abrazo para los cinco.
Un abrazo muy fuerte, Diego. Y muchísima fuerza para tí y para tus hijos. Un beso muy sincero
ResponderEliminar...Luego de leer esta entrada, estoy seguro de que acabamos de dar un atisbo al fondo de tu corazón.
ResponderEliminarMe agrada saber que en ninguno de sus resquisios se adivinó algún resto de rencor
Nunca tardío. Yo diría innecesario, porque ella sabía eso.
ResponderEliminarNosotras siempre sabemos eso, aunque vosotros guardeis silencio.
Créeme: lo sabía.
Un abrazo muy fuerte. Fortísimo.
ResponderEliminarDiego, ¿cuándo nos damos un paseíto por el monte? La vida sigue, tú lo sabes mejor que nadie :) Un beso
ResponderEliminarComo dice Esther, la vida sigue, con múltiples caminos por investigar. Página pasada. Pedros, Ender, Fran, Alí, Paradeliña, Anónimo (¿eres quien me imagino?), Esther, besabrazos varios.
ResponderEliminarQue bonito lo que has escrito tio. Un beso muy fuerte ma eugenia
ResponderEliminarChico sensible que me saca la lágrima (no diré nada más)
ResponderEliminarBesos, Diego
Hola Amigo: Lamento que te veas envuelto, en estas circunstancias. Un texto maravillooso, escrito se ve, des d'el corazón.
ResponderEliminarSaludos muy cordiales
Bonito homenaje a esa mujer que supo darte ese beso y sobre todo esos dos hijos.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte y muchos besos.
Déjame darte un abrazo (no me atrevo al beso)...
ResponderEliminarLos que tenéis hijos podéis sentir que la vida no acaba con el adiós.
Lo dicho: un abrazo
Soy ocasional seguidora tuya a través del blog de una tercera persona.
ResponderEliminarHoy he leido tu entrada llena de ternura y de tristeza. No te conozco pero comprendo tu dolor.
Lo siento
Viento de lebeche.
Diego, no me asomaba a la Cueva desde el 9 de julio, y hoy me encuentro con tu recuerdo a Pilca. Joé!, has hecho que se me salten las lágrimas, y casi me pillan. Un abrazo tardío.
ResponderEliminarTuenmano
Ufffff
ResponderEliminar(el herrerillo)