Cuando ya nadie pensaba en él (o pensaba poco o no le importaba lo que le hubiera ocurrido) se lo vio atravesando los soportales de la plaza mayor en dirección a la fuente central, cuya agua rebelde le salpicó los zapatos. Aquí torció a la derecha y continuó hasta la parada del autobús (el cincuenta y dos concretamente), donde aguardaban dos hombres (uno parecía extranjero) y siguió hasta la puerta del híper. No entró. Hizo un giro a su izquierda y continuó por la alameda. Cruzó luego el paso de peatones detrás de la señora del carrito de la compra, a la que adelantó justo antes de llegar a la otra acera. Continuó durante cinco bocacalles más, viendo de soslayo su imagen reflejada en los escaparates de los comercios, aún ―o ya― cerrados. Al llegar al párking torció por la bocacalle de la derecha y cruzó la avenida por el paso subterráneo (no utilizó la rampa para discapacitados sino las escaleras adyacentes). Alcanzó la cafetería del viñales y torció a su derecha. Continuó la calle hasta el chino de la esquina y entró en el parque por la puerta de los emigrados. Salió de nuevo a la superficie y enfiló el paseo marítimo pasando por el pórtico de la victoria y caminó doscientos metros (doscientas diecinueve yardas al cambio). Embocó la calle ancha, que siguió por su bulevar central, sorteando los chiringos protegidos del sol con sombrillas de colores, la mayoría verdes (alguna morada, desentonando). Se detuvo en el quinto semáforo, para cruzar, y continuó por la calle perpendicular. Salió de la plaza por la puerta de san ginés y tomó la calle adyacente. Siguió después recto entre los setos de aligustre hasta alcanzar la fuente de los tres apóstoles. Cruzó dos avenidas y cuatro calles más, hasta llegar a la plaza a la que accedió por la puerta porticada y atravesó, de noroeste a sudeste, el espacio enlosado prohibido a los coches, esquivando la estatua ecuestre y a los comensales sentados en las terrazas, repletas a esa hora. Se detuvo en el semáforo y, cuando verde, atravesó la avenida hacia el parque. Llegó hasta la puerta del serbal, que atravesó para salir del parque, y siguió por la calle que delimita el gran jardín. Cruzó las tres calles siguientes y torció, en la cuarta, a su izquierda. Luego dobló la esquina y giró a la derecha donde la tienda de ultramarinos. Al llegar al chaflán del anís del mono siguió recto un cacho.
A LAS MUY BUENAS NOITES, maese!!! Pues mire vos, así por lo pronto y mirando el entramado verde, más que un itinerario urbano me parecen las trazas de una cámara de Wilson. ¡Diré más!, me quedo como el condensado de Bose-Einstein porque mi estado de comprensión de semejante itinerario está próximo al cero absoluto, jajajajajaja... Pero si la cosa va por la madeja político-esperpento-cerril a la que estamos asistiendo, pues ya me quedo con la cámara de niebla y lo elemental de estos tipos que se carcajean en nuestra jeta mientras seguimos haciendo el indio papeleta en mano.
ResponderEliminarAbrazote!!!
Yo creo más bien que se trata de un hombre cuántico. Fíjate que aparece de forma eventual, no contínua, como la energía que se transmite en paquetes cuánticos siguiendo la Ley de Plank. También parece seguir el principio de incertidumbre de Heisenberg: mientras no lo observas, no se sabe si es cosa u onda, si va o si viene, si viene o si va. Cuántico, sin duda :) Un abrazo.
Eliminar¡Qué mareo! Pobrecito, sigue y sigue... Ni se para en una terraza para tomar algo.
ResponderEliminarBueno, se me ocurre que lo mismo está haciendo deporte y disfrutando de su ciudad.:)
Más mareo me produce leer vuestros comentarios :D Y me gusta más mi interpretación ¡ea!
Besicos, bienvuelto. :)))
A mí me da la sensación de que está preso en un cuadro bidimensional lleno de calles. Cuando llega a un borde del cuadro rebota (como en aquel juego de maquinitas de los bares de antes de LO de la informática), incapaz de liberarse, y recorre (rebotando de borde en borde) los mismos lugares que ya rebotó antes. O no, ¿yo qué sé?.
Eliminar¡Uf, yo estaría ya agotada! Pero el pobre sigue a la orden del dibujante y guionista y así le va. Espero se salga del cuadrado y se busque la vida, porque este Diego lo tortura.
ResponderEliminarBesos y sonrisas, eres un fiera.
Yo lo veo rebotón, incapaz de salir sel cuadrado. Quizás su naturaleza bidimensional le hace no saber cómo escapar al no conocer la coordenada z. Habrá que echarle una soga pa que se agarre y tirar de ella :) O dejarle con sus rebotes. Sonrisas para ti, Virgi.
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