La flor de jara nace de madrugada y, al atardecer del mismo día, deja caer sus pétalos, uno a uno, en vuelo silencioso, y se cierra sobre sí misma. Hace unos días me dediqué a observar la secuencia, sentado frente a una mata de jara (Cistus ladaniferus en este caso), fue una manera maravillosa de perder (¿ganar?) el tiempo. Os muestro el proceso en diez fotos, minuto a minuto.
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17h 30 min. Los pétalos han perdido tersura, señal de que quieren desprenderse.
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17h 40min. Ya han caído dos pétalos. Esta flor no es trasnochadora.
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17h 45min. Sólo queda un pétalo.
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17h 46 min. Cayó el superviviente. La flor sólo muestra los estambres y el pistilo.
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17h 51min. Los sépalos empiezan a plegarse sobre los estambres y el pistilo.
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18h 00min. Siguen plegándose.
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18h 16min. Y siguen, y siguen cerrándose como un cofre mágico.
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18h 25min. La cápsula se cierra del todo ¡plof! Dentro madurará el fruto hasta dispersar sus semillas en unas semanas.
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...y el suelo se cubre de pétalos. Ya han cumplido su misión de señuelo visual y campo de aterrizaje para los insectos polinizadores. Pero sólo están dormidos. Dicen los que saben de estas cosas que esta noche, a la luz de las estrellas, bailarán la “danza de los pétalos de jara”, mientras los sapos de las charcas cercanas los acompañarán con palmas acompasadas y con sus coros de alegres croídos o croaquidos o como quiera que se llame el canto de los sapos. Pero ésa ya es otra historia.
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10h 30 min del día siguiente. Los sapos se han ido, la cápsula sigue cerrada, mientras el capullo que había a su derecha, convertido también en flor de un día, se prepara para repetir el ciclo. La espiral mágica de la vida... sigue su curso.
(Fotos: jara pringosa en los Endrinales)