lunes, 22 de febrero de 2010

Correíllas para huevos

A mí me ha pasado muchas veces: estoy en la cocina, saco un huevo de la nevera, lo coloco sobre la encimera, echo aceite en la sartén, enciendo el gas, pongo la sartén sobre el gas, agarro un plato con la mano izquierda y un tenedor con la derecha para batir el huevo, y en ese momento... el huevo empieza a moverse sobre la encimera, animado por no sé qué fuerzas interiores, gira sobre sí mismo y ¡plaf! se escoña contra el suelo mientras yo observo la escena con cara de gilipollas sin poder intervenir al estar ocupadas mis dos manos.

Por eso he diseñado lo que denomino “correíllas para huevos” o "correhuevillas":


Las correhuevillas no son más que dos correas (por huevo) que hay que ceñir adecuadamente al huevo al sacarlo de la nevera. Van provistas de unos apéndices de silicona con forma de pata de insecto o “podos” que impiden que el huevo gire sobre sí mismo en la encimera y se esclafe contra el suelo mientras hacemos otras labores. Los “podos” pueden ir coloreados de diferentes colores para hacer más atractivo el invento. ¡Ojo! hay que acordarse de quitar las correíllas al huevo antes de cascarlo y echarlo a la sartén.


lunes, 15 de febrero de 2010

El Hombre de Hielo


Me dijo el Hombre de Hielo:
- Escoge.
Hay que hacerlo:
aire o mar...
tierra o cielo...
ana o eva...
rojo o negro...
sombra o luz...
alondra o cuervo...-

Confuso, le contesté:
- ¿Por qué tengo que escoger,
Hombre de Hielo?
¿Por qué no puedo
beber el aire y el mar,
tocar el cielo y la tierra,
querer a ana y a eva,
soñar de noche o con luz,
no preferir rojo o negro,
el trino de una alondra
o el graznido del cuervo?-

El Hombre de Hielo insiste:
- Escoge, tienes que hacerlo-

Con lágrimas en los ojos,
las últimas que hubo en ellos
contesté:
- aire...,
cielo...,
ana...,
rojo...,
sombra...,
cuervo...-

Y...

...mis lágrimas se hicieron hielo,
hielo se hizo mi sonrisa,
mi alma, todo mi cuerpo,
se heló mi fantasía,
mis ideas, mis recuerdos...

Desde entonces ya ni siento,
soy por fin Hombre de Hielo...

(Foto: subiendo a Rascafría, Madrid)

lunes, 8 de febrero de 2010

Indiscriminadamente

Hola, me presento: soy la palabra “indiscriminadamente”.
No soy la más larga del diccionario, lo sé. Me gana por ejemplo “esternocleidomastoideo”, hay que tener ganas de llamarse algo para llamarse así. Pero mi longitud no es motivo de orgullo, os aseguro que es un suplicio tener un nombre tan largo. Veinte pulsaciones en el teclado del ordenador; veinte curvas y recurvas del boli cuando alguien se arriesga a escribirme en una hoja de papel; cuatro puntitos, con la precisión que ello comporta a la hora de situarlos justo encima de la i correspondiente.
Entiendo que nadie me quiera, que cualquier escritor me sustituya por otra expresión cuando no tenga más opción que referirse a mí, que nunca haya aparecido en un poema de amor, que ni Cervantes, ni García Márquez, ni Muñoz Molina me hayan incluido jamás en alguna de sus novelas.
Además, no sólo soy fea y antipática a la hora de escribirme; pronunciarme también es una lucha fonética, con esa “n” y esa “d” seguidas que se enredan en la base de la nariz pugnando por no salir; o esa sucesión de consonantes, “scr”, que al huir por la mella del incisivo hacen difícil decir el resto de mi nombre, que sale atropellado, como asfixiándose. No fluyo, no brillo, no doy esplendor, no enamoro. Nunca alcanzaré la categoría de susurro.
¿Y cuando me parten al final de un renglón por ser tan larga? Lo hacen sin miramientos, sin sensibilidad, ¡hala!, les da igual partirme por cualquiera de mis ocho, ¡ocho! sílabas, como si fuera un colín de panadería, plas, con la frustración que ello conlleva. Nadie sabe lo que se sufre al ver la mitad de tu cuerpo escrita al inicio del renglón siguiente; porque se ve, lo aseguro, se ve. Es como si al abrir la puerta de tu casa para salir a la calle vieras que tus piernas ya están atravesando el portal; desmoraliza.
Por eso envidio las palabras cortas, sobre todo las conjunciones copulativas. Y, e, ni, que. Breves, un sólo golpe de aliento, seguras, rotundas, indestructibles, inseparables en sus componentes. Y las envidio no sólo por esas cualidades, sino sobre todo por ser copulativas. Únicamente se las pronuncia o escribe para copular, a derecha e izquierda, con adjetivos, verbos, sustantivos e incluso con complementos circunstanciales, bendita promiscuidad. Yo nunca copularé, nadie querría hacerlo con una palabra tan llena de letras, tan picuda, tan partible en cachos, tan larga; en mi caso el tamaño sí importa, pero para peor.
Pero es mi destino, qué le voy a hacer. Seguiré saliendo de las escasas gargantas que me pronuncien, de los pocos teclados que me pulsen o de los olvidados renglones donde me lean, sin calor, sin fe, y moriré virgen cuando ya sólo existan en nuestro diccionario barbarismos heredados de otras fronteras. Perra vida la de algunos...
(Foto: una de mis plumas)

lunes, 1 de febrero de 2010

Las cuadrillas de Barranda

Estos días se celebran las Fiestas de Barranda, pedanía de Caravaca de la Cruz, en honor de su patrona, la Virgen de la Candelaria. Ayer fue el “día de las cuadrillas”, y, como procuro hacer todos los años, allí estaba yo. Me encanta este día de las cuadrillas, es una de las fiestas populares que más me gustan de todas las que he visto por ahí, y he visto unas cuantas.

Os explico el origen.

En los siglos XVI y XVII se constituyeron por el campo de Caravaca una serie de Hermandades de Ánimas que recaudaban fondos para sufragar los gastos de la parroquia a través de cuadrillas de música tradicional. Las cuadrillas salían a pedir el "aguilando" por las casas de la aldea, por lo que adoptaron el nombre de "aguilanderos".

Rememorando estos hechos, el último domingo del mes de enero las cuadrillas se distribuyen a lo largo de la calle Mayor e interpretan sus músicas tradicionales: pardicas, manchegas, mazurcas, joticas, etc. mientras la gente pasea, mira, o baila, y bebe vino y toma bocadillos gratis. Lo que más me gusta es que, junto a “aguilanderos” de toda la vida, ves a cantidad de zagales jóvenes en las cuadrillas, el relevo está asegurado. El canto es muy particular, suena a terrones resecos por el sol de estas tierras, y la música ni os cuento. Autenticidad.

Fotos de ayer mismo:

Una de las cuadrillas intervinientes (Los Aguilanderos de Barranda)

Los instrumentos de las cuadrillas son variados, guitarra, guitarrico, laúd, violín, pandero (tocado en la foto por una mano harta de desterronar bancales a golpes de azá), platillos:






Suenan las pardicas mientras la gente (generalmente mujeres) bailan por arriba y por abajo


De vez en cuando descansan las cuadrillas

Para volver al ratico a enarbolar sus mástiles.

Barranda es un pueblo con marcada personalidad propia. El año que viene no faltaré a mi cita.


(Fotos: cuadrillas de Barranda, 31 de enero de 2010)