lunes, 28 de junio de 2010

Cuando yo sea mayrena

Sólo es eterno lo mineral y tú eres mineral, mayrena, gruta y cal. Y romero, tomillo, carrasca, lentisco. No creo en promesas de cielos, no los necesito, para ser eterno basta que mis cenizas minerales reposen en cualquier ladera soleada de mayrena. Como ésta:


Cuando yo sea mayrena,
una gota de lluvia me arrastrará hasta el vientre de mi cueva.
Y allí seré burbuja, piedra caliza, columna,
... silencio.

Cuando yo sea mayrena,
la brisa me empujará hasta el cauce de la rambla.
Y allí seré agua, huella de zorro
en el barro, cagarruta de gineta,
juma, reguera.

Cuando yo sea mayrena,
al romper el nubazo arribotas entre zumbíos y esclates
me mezclaré con la tierra.
Y seré raíz de sabina, de coscoja, de baladre.

Seré tronco, nido y semilla
que un gafarrón en su pico llevará al noroeste.
Y en tu tierra seré tierra, oliva en tu olivera, flor blanca en tu lirio azul,
grama en tu alcorque, higuera.

Y nunca sabrás que ese brote que ha nacido del rocío
fue contigo rambla, cueva, refugio,
sendero, niebla, caricia,
... y fuego.

(Foto: el pino triple, guía de la cueva)

lunes, 21 de junio de 2010

Destornillador blando


El destornillador blando está pensado para atornillar o desatornillar esos tornillos malditos situados en lugares casi inaccesibles, en rincones imposibles, tan frecuentes a la hora de montar o desmontar muebles y que tantos cabreos nos procuran.

Como casi todo el mundo sabe, un destornillador clásico consta de tres partes: el mango, el vástago y la punta (o puntilla). El mango es la parte superior de madera o de plástico, donde aplicamos la mano o los dedos para atornillar o desatornillar según giremos la susodicha mano o dedos a diestra o a siniestra. El vástago, según la definición de la RAE es la “pieza en forma de varilla que sirve para articular o sostener otras piezas”. En nuestro caso el vástago articula o sostiene mango y punta (o puntilla). Y la punta (o puntilla) es el artilugio metálico aplanado, a veces imantado, que se inmiscuye en la ranura del tornillo para proceder a su atornillamiento o desatornillamiento.

En esencia, el destornillador blando es como un destornillador clásico en el que he sustituído el vástago por un muelle. Así de fácil. Así de práctico. Su manejo es sencillo (viene con libro de instrucciones) Basta buscar el tornillo maldito e introducir en su ranura la punta (o puntilla) de nuestro destornillador blando y proceder a su desatornillamiento desde una postura cómoda debido a la flexibilidad del vástago.

martes, 15 de junio de 2010

Reloj de arena


Sólo soy el espacio de un segundo en la esfera incierta de tu vida, un breve tic tac aguardando el paso de la manecilla de tu reloj sobre mi cuerpo para compartir al menos ese mínimo sorbo, esa efímera caricia, antes de que desaparezcas una vez más rumbo a otros intervalos diferentes, incapaces mis manos de detener ese instante, de romper tu engranaje para que tu tiempo no sea futuro ni pasado, sólo presente compartido.

Soy un grano despistado en tu reloj de arena que sólo adquiere importancia durante el escaso segundo que tarda en resbalar por la piel de tu cintura, cristal que intenta agarrar en inútil esfuerzo antes de precipitarse hacia las tinieblas de tu indiferencia, entre otros granos iguales, anónimo, sin voluntad.

Y aquí sigo, en silencio, esperando el apresurado regreso de tu aguja caprichosa o el volteo de tu reloj de arena

miércoles, 9 de junio de 2010

Manchas


Manchas. Manchas de color naranja, o de color claro, no sé, las veo a veces entre la grama de la orilla, entre el follaje de los quejigos, sobre la roca de granito. Naranja sobre verde, o sobre feldespato, ilusión sobre realidad, luz sobre sombra, imaginación. Están ahí, cuando están, son pocas, no creas, pero destacan como caritas que me guiñan un ojo. A menudo es una sola, como antes de ayer, delgada, sin rostro definido, parece caída de un punto de interrogación que anda volando por ahí arriba, a la derecha quizás. Y no me agacho a cogerlas, ése es mi defecto, las manchas naranjas hay que agacharse a cogerlas porque si no, cuando vuelves a hacer el camino al día siguiente con el ánimo de encontrarlas, ya no están. Ni siquiera su reflejo. Ni su sombra, las manchas naranjas no tienen sombra (creo). O no la dejan, las sombras se las suele llevar el diablo como se lleva de los espejos rotos los restos de las imágenes simétricas. Busco con desesperación la mancha, tu mancha de hace dos días, cavo, cavo, cavo la tierra muy profundo con mi viejo azadón hasta alcanzar el horizonte C, sin hallar ni rastro de ella, las manchas naranjas tampoco tienen raíces, sólo sonrisas de color. Y entonces es cuanto agarro mi móvil y marco un número que no conozco...

(Foto: liquen sobre roca y sombra, algún lugar de una sierra burgalesa)

jueves, 3 de junio de 2010

Historia inempezada


Se sentó en la butaca frente al escritorio con un bote de cerveza mahou en la mano, tomó una hoja de papel en blanco, la colocó frente a él, quitó el capuchón de la vieja pluma estilográfica gris que alguien le había regalado y se dispuso a escribir sus memorias.

- Lo primero - pensó - es buscar una buena primera frase, ésa es la clave de toda narración -

“El día que nací hacía sol, era temprano y mi madre tenía frío” (Demasiado climatológico, tengo que buscar algo más impactante, algo que enganche realmente). “La primavera estaba a punto de llegar y los vencejos volaban a ras del suelo gritando alegres como para saludar mi llegada al mundo” (Puf, pelín cursi y autocomplaciente, aparte de que yo no sé si los vencejos gritan, trinan o qué). “No lo recuerdo exactamente, pero me parece que lo primero que apareció de mí fue la nariz, luego los ojos, y la boca con un grito ¡mamá!” (Tampoco me vale, poco creíble y demasiado banal para unas memorias que se suponen serias)

..........

Y ahí sigue inmóvil cuarenta años después, sentado en el mismo sofá frente a la misma hoja inmaculada, con el mismo bote de mahou lleno de telarañas en la mano, mirando como un pasmarote la misma pluma gris de tinta reseca, buscando una buena frase de inicio que no aparece y esperando que ocurra algo en su vida gris para plasmarlo en su historia inempezada.

(Foto: pluma gris y papel en blanco)