lunes, 30 de mayo de 2011

La gallina


La gallina estaba en el pasillo. Al pasar junto a ella, se abalanzó sobre mí y me mordió un ojo.

La hembra del gallo, de menor tamaño que este, de cresta pequeña o rudimentaria, con cola sin cobijas prolongadas y tarsos sin espolones, estaba en la pieza de paso larga y angosta del edificio. Al pasar junto a ella, se inclinó hacia delante hacia mí y me clavó los dientes en un órgano de la vista.

El animal de sexo femenino del ave del orden de las Galliformes de aspecto arrogante, con la cabeza adornada de una cresta roja, carnosa y ordinariamente erguida, de pico corto, grueso y arqueado, carúnculas rojas y pendientes a uno y otro lado de la cara, de menor tamaño que aquel y de carnosidad roja sobre la cabeza pequeña o rudimentaria, con la extremidad posterior del cuerpo y de la columna vertebral sin las plumas pequeñas que cubren el arranque de las penas del ave prolongadas, y la parte más delgada de las patas que une los dedos con la tibia sin las apófisis óseas en forma de cornezuelo, estaba en el espacio largo y angosto de paso entre los tabiques de la construcción fija hecha con materiales resistentes. Al pasar junto a ella, se apartó algo hacia adelante de su posición perpendicular al suelo, hacia mí, y me clavó los cuerpos duros engastados en sus mandíbulas y que sirven como órganos de masticación o de defensa, en la parte de mi cuerpo animal que ejerce la función de ver.

El ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso del sexo femenino del animal vertebrado, ovíparo, de respiración pulmonar y sangre de temperatura constante, con pico córneo, cuerpo cubierto de plumas, con dos patas y dos alas aptas por lo común para el vuelo, del orden de las Galliformes y de aspecto altanero o soberbio, con la parte superior del cuerpo, en la que están situados algunos órganos de los sentidos e importantes centros nerviosos, adornada de una carnosidad roja ordinariamente erguida, de parte saliente de la cabeza compuesta de dos piezas córneas, una superior y otra inferior, que terminan generalmente en punta y sirven para tomar alimento, corta, gruesa y arqueada, carnosidad de color rojo vivo y naturaleza eréctil y pendientes a uno y otro lado de la parte anterior de la cabeza, de menor tamaño que aquel y de carne irregular roja que sobresale de la parte superior del cuerpo en la que están situados algunos órganos de los sentidos e importantes centros nerviosos, pequeña o rudimentaria, con la parte extrema o última posterior del conjunto de los sistemas orgánicos que constituyen su ser y de la columna vertebral sin presentar prolongaciones en las piezas pequeñas de que está cubierto el cuerpo y que cubren el arranque de las penas del animal vertebrado, ovíparo, de respiración pulmonar y sangre de temperatura constante, pico córneo, cuerpo cubierto de plumas, con dos patas y dos alas aptas por lo común para el vuelo, y la parte más flaca, cenceña o de pocas carnes de las patas que une los apéndices articulados en que terminan el pie con el hueso principal y anterior de la pierna que se articula con el fémur, el peroné y el astrágalo sin las partes salientes del hueso que sirve para su articulación o para las inserciones musculares en forma de cornezuelo, estaba en el espacio largo y angosto de paso entre las paredes delgadas que sirven para separar las piezas de la construcción fija hecha de cada una de las materias que se necesitan para una obra resistente. Al pasar junto a ella, se apartó algo hacia la parte anterior de su posición que formaba un ángulo recto con la superficie artificial que se hace para que el piso esté sólido y llano, hacia mí, y me clavó los cuerpos duros engastados en cada una de las dos piezas córneas que forman el pico y que sirven como partes del cuerpo animal que ejercen la función de masticación o de mecanismo natural por el que un organismo se protege de agresiones externas, en una porción indeterminada del conjunto de sistemas orgánicos que constituyen mi ser vivo y que ejerce la capacidad de actuar propia de la percepción por los ojos de los objetos mediante la acción de la luz.

(Continuará)

lunes, 23 de mayo de 2011

La manipulación


La manipulación es algo cotidiano, habitual; nos soban, nos manosean, nos manejan, nos distorsionan donde quiera que vayamos. Se la practica desde la televisión, la prensa, la publicidad, la política, la iglesia, la familia, internet.

Su última novia lo había abandonado; le pasaba con todas sus novias: lo abandonaban cuando se les agotaban los tequieros reales y los fingidos. Más vale así. Buscando un relevo que aliviara su pena, recurrió a uno de esos lugares virtuales de relación social: “Timex. Encuentra el amor de tu vida. Relaciones serias. Regístrate por el módico precio de 59,99 euros”, rezaba su slogan en internet. Se registró; siempre había necesitado una última novia.

Decía llamarse artemisa 35. Aún no la conocía en persona; solo habían entrecruzado unos pocos mensajes intrascendentes a través de “Timex”, cuando le escribió citándolo en su casa a las doce de la mañana de ese mismo día.

–Ven a las doce, calle Panizo, 29 y tráete una cajita de “Gozamax”–, decía escuetamente su mensaje.

Gozamax, gozamax... pensó ¿qué será eso? Algo para el aperitivo, supuso; y se dirigió al hipermercado “Masbaratex”, cuya publicidad en prensa y televisión, exclama: “¡si no compras en Masbaratex es porque eres tonto!”. No le pillaba cerca de su casa, pero no quería que sus vecinos lo tildaran de tonto si lo veían entrar en el híper de la esquina.

–¿Tienen ustedes “Gozamax”?–, preguntó a la cajera.
–Pasillo del fondo a la izquierda, tercera estantería–, contestó señalando con un dedo indiferente, sin mirarlo.

Y hacia allá se dirigió, atravesando pasillos repletos de productos que se anunciaban en carteles colgados del techo, amarillos con gruesas letras rojas donde se leía “¡el más barato!”, y un precio debajo que siempre acababa en coma noventa y nueve.

Le extrañó que el pasillo indicado estuviera tan lejos de la sección de alimentos, no imaginaba qué se le podía haber antojado a artemisa 35. Llegó: colonias, pastas de dientes, maquinillas de afeitar, desodorantes. –Debe de ser algún tipo de colonia que le gusta–, pensó; y se puso a buscar entre lo expuesto, sin encontrar nada con el nombre de “Gozamax”. Cuando ya se disponía a irse después de escoger una colonia barata (“Brisa Irresistible” figuraba en su etiqueta) para rociarse antes de la cita, qué más le daría a artemisa 35 un perfume que otro, las vió. Las cajitas. Allí, colocadas una al lado de la otra. Con el nombre bien visible “Gozamax” en la tapa morada y, bajo el nombre, la imagen de un rostro femenino en pleno éxtasis.

–¡Leches!– exclamó –, preservativos, la cosa no se presenta mal–

Cogió una cajita después de mirar a uno y otro lado para comprobar que no lo veía nadie, a los hombres siempre les da vergüenza estas cosas. La escondió en el cesto, debajo de la colonia, y se dirigió a la zona de comestibles; quería llevar a artemisa 35 unos bombones, una botella de vino, algo. En el camino fue leyendo los cartelones que colgaban del techo. No se pudo resistir ¿Quién no compra unos pañitos para la cocina “Limpiex” cuando te ofrecen diez al precio de nueve, por “solo” (ponía en el cartel) 9,99 euros? ¿O un limpiacristales “Frotax”, que “se lleva hasta las cagarrutas de las moscas”, por “solo” 3,99 euros? ¿O dos pares de zapatillas “Relaxe System”, si la segunda te la cobran a mitad de precio y además te obsequian una pelotita de goma?

Mientras guardaba cola para pagar, rodeado de personas cada una con su pelotita de goma en la mano, miró de nuevo la dirección de artemisa 35, apuntada en un papel: calle Panizo, 29.

Era un barrio de chalets de dos plantas, con un jardincillo a la entrada; parecía de gente acomodada, le gustó. “Chez Martine, Masajes a los mejores precios. Discreción”, se leía en un cartel de letras doradas situado junto a la puerta del número 29. –Aquí es–, se dijo algo confuso por el cartel, que no entendió muy bien –¿No se llama artemisa 35? Quizá Martine sea una vecina suya fisioterapeuta–, pensó. Lo de la discreción, francamente, no lo comprendió. Pero daba igual, un posible nuevo amor lo esperaba tras aquella puerta. Miró la bolsa del “Masbaratex” que colgaba de su brazo, repleta de cosas inútiles, pero con los “Gozamax” a buen resguardo en el fondo, junto a la pelotita de goma.

Se ajustó la corbata, se echó un roción de “Brisa Irresistible” por el pelo, carraspeó un par de veces, y pulsó el timbre.

(Foto: un pasillo de Alcampo en Madrid)

viernes, 20 de mayo de 2011

La zarza, la pierna y la carretilla (Concurso Paradela-Junio 2011)


La pierna empujaba a la carretilla. Paso a paso.
Pierna y carretilla pasaron junto a la zarza.
La zarza no lo pudo evitar: se lanzó a la pierna y le mordió en el muslo.
La mala hierba fue arrancada y condenada a la hoguera.
Pobres zarzas, sus besos nunca son comprendidos.

lunes, 16 de mayo de 2011

Mi calle


El cohetazo me despierta de forma violenta; son las siete de la mañana. Después de hacerme –y contestarme– las tres preguntas de cada despertada, “¿quién soy?, ¿cómo me llamo?, ¿dónde estoy?”, me visto con parsimonia y me dirijo al balcón, soñoliento. Me asomo. Frente a mí se divisa el contorno añil de la sierra tantas veces recorrida, y una última estrella, Antares, despidiéndose de la noche entre los dos pinos de la cima.

Vivo en el tercer piso de una casa de pueblo situada en una calle poco llamativa y de nombre humilde: Junquico. Corta, estrecha y sin un solo árbol; nunca me he explicado por qué las calles de muchos pueblos del levante español no tienen árboles.

Es el día grande de las fiestas. A esta hora, cada caballo está siendo engalanado en su peña. Justo debajo de mi ventana, en la otra acera, está la peña de uno de ellos, "El Sabina”, grande y negro como la noche que se escapa. Ya está en la calle, vestido de gala, nervioso mientras un mozo lo sujeta del ronzal. Para tranquilizarlo, el mozo lo pasea calle arriba y calle abajo. Los observo desde mi posición cenital. Las luces encendidas de las farolas hacen refulgir las lentejuelas del manto, como si fueran mil luciérnagas apresuradas. Solo oigo el golpeo de los cascos sobre los adoquines y las palabras sosegadas del mozo, que le transmiten calma.

Mi calle es corta, ya lo he dicho; se domina completa desde mi balcón. Ahora el mozo dirige al Sabina hacia donde Junquico se abre en el Templete, el viejo bañadero que en un par de horas será una algarabía, una explosión de color y música. Luego lo hace girar sobre sus patas e inician el recorrido hacia el otro extremo de la calle. Veo el reflejo oblicuo de hombre y caballo en el escaparate oscuro de la inmobiliaria. Cruzan el callejón que conduce hasta la verja del colegio y pasan junto a la puerta roja de la Notaría hasta acabar en el otro extremo, en el aparcamiento del Hospital. Y retornan de nuevo hacia el Templete, mirando ahora el hombre hacia la acera donde se encuentra el portal de mi casa y la entrada al garaje, que no puedo ver desde el balcón. Sonríe. Dirige su mirada hacia el ficus que cultiva el dueño del estanco en un gran macetón de madera; una sola planta en un espacio vacío y gris. Ahora cruzan frente a la farmacia y llegan de nuevo al Templete que poco a poco se va llenando de gente. Y vuelta a empezar, "El Sabina" tiene que estar tranquilo para la dura jornada que le aguarda.

El cielo ya azulea, se empiezan a oír las charangas, huele a fiesta, pólvora y sierra. La peña de "El Sabina” y su sonora charanga vienen a recogerlo. Es el día de los caballos del vino.

Mi calle hoy se cree importante, pero mañana recuperará su tranquilidad habitual, su silencio, su nombre olvidado, su rutina. Nunca fue muy amiga de fiestas.

(Foto: un caballo del vino bajo mi ventana)

lunes, 9 de mayo de 2011

Irse


Irse
sin prisa
ni mirar atrás.
Asumir el nuevo fracaso,
el final de sus caricias
y de sus ganas.
Buscar la lejanía,
hacerse pequeño,
desaparecer.


(Foto: túnel en Miraflores - Madrid)

martes, 3 de mayo de 2011

Los caballos del vino 2011

Este dos de mayo ha estado pasado por agua en Caravaca. Pero ello no ha impedido que salgan a la calle los caballos del vino, una de las fiestas más populares, originales y alegres que he conocido, aunque me ciegue la pasión de paisanaje.


 El caballo Artesano, el que a mí más me gustó, delante del Ayuntamiento. Por aquí pasan todos camino del Templete, seguidos por sus peñas y bandas de música. Alegría a rabiar. Posteriormente se dirigen al castillo, a subiendo a galope la cuesta, que es la parte de la fiesta más "mediática", pero que no refleja en su plenitud el ambiente festero de toda la jornada.

Una de las bandas descansando un ratico, antes de que inicie el desfile hacia el castillo el caballo al que acompañan, en el portal de mi casa.

Y ya estoy oyendo ahora la prueba de micrófonos (Hola, sí, sííí, hola) para el parlamento de los reyes moro y cristiano de esta tarde.