lunes, 26 de enero de 2009

lunes, 19 de enero de 2009

El final de los cuentos

Nunca me gustó el final de los cuentos que me contaban de niño y que aún se siguen contando. La Cenicienta, Blancanieves, la Dama y el Vagabundo, etc… en todos ellos siempre triunfa la belleza, el dinero, el machismo. En estos cuentos, los personajes feos, bajitos y pobres son siempre los malos, jamás los vencedores. Y cuando vencen es porque, si son feos al final se vuelven guapos (el patito feo), si son pobres (la cenicienta) consiguen casarse con el príncipe más bonito, más rico y más azul, y si son ranas se convierten en príncipes maravillosos.

Y otra cosa ¿por qué la felicidad de toda mujer joven (y si es pobre más aún) consiste en convertirse en princesa, casarse con el príncipe más guapo y más rico de la región, irse a vivir con él a un castillo lleno de criados y tener cantidad de hijos?.

Desde aquí reivindico el derecho que tenemos los feos y pobres a pellizcar, aunque sea a contrapelo, un pedacito de esa felicidad que se nos niega. Pero para eso no quiero convertirme con una varita mágica en un príncipe rico y guapo, y casarme con una princesa, y hacerla mi esclava, y que me endiñe un hijo cada año entre lujos y ñoñería. Quiero que mi cenicienta, si existe, siga siendo cenicienta, y no pierda ningún zapatito de cristal para que luego lo encuentre un príncipe hortera. Prefiero que calce unas botas de campo y se venga conmigo a patear monte y a comer un bocata grasiento de sardinas en lo alto de un cerro, debajo de las estrellas.

Y siendo como soy sapo feo y sin dinero, tampoco quiero que me dé ningún beso una princesa cursi que pase junto a mi charca y me convierta en príncipe guapo, lleno de oropeles y padre de muchos hijos potenciales. Prefiero que la susodicha princesa se convierta ella en rana al besarme, y se venga conmigo a mi charca llena de otros sapos y ranas feos, gordos y cachondos, y que le cantemos cada noche una canción distinta a la luna, sin castillos, sin oros, sin carrozas, sin niños, sin zapatitos de cristal. Y sin perdices.

(Foto: el príncipe rano)

martes, 13 de enero de 2009

Arena

La arena grano a grano se desliza entre mis dedos, tiempo fugitivo que no quiere adormecerse en mi mano. Pero puedo regarla con mis lágrimas y convertirla en barro húmedo que se retenga y se deje modelar, acariciar, sólo durante unos instantes, hasta que el reloj seco del Sol lo convierte de nuevo en arena que se escapa con calma, sin ruido. Libre.

(Foto: huellas de animal inidentificado en una playa de la Guajira colombiana)

Nieva en El Caracolillo

No es frecuente ver nevar en estas sierras. Pero tampoco es tan extraordinario. Siempre me gustaron los cortijos en ruinas en los que sólo permanece un árbol como testigo mudo de que allí aún no ha muerto la vida.

lunes, 5 de enero de 2009

ADN


Barrunto que algo debe ir mal, se me está desenroscando el ADN...

(Foto: trepadora)

Noche de Reyes