lunes, 31 de marzo de 2014

viernes, 28 de marzo de 2014

lunes, 24 de marzo de 2014

Mateo aprende

Mateo, dos años recién cumplidos, aprende. 
Aprende a prescindir de pañales.
Aprende a asociar letras y figuras en su libro.
El dedo regordete recorre los dibujos
y pronuncia con su lengüecilla de trapo: bi-si, lu-na, á-bol.
Su vocabulario bisilábico se amplía sin cesar.
Yo le enseño a decir ortóptero y Pinus halepensis pero me mira raro.
Todo se andará.
¿Es bonico o no es bonico? 

  (Foto cedida por Belén y Dani, los padres de este caravaqueñico tan tan)

lunes, 17 de marzo de 2014

Instrucciones para caminar


Partimos de la posición llamada “de pie”: torso erguido, brazos caídos, lacios sobre cada costado, piernas rectas, pies paralelos a la dirección en la que pretendemos caminar, juntos. 

Comenzamos inclinando levemente –unos 25º– el torso hacia delante. Al llegar al ángulo indicado, tiramos ligeramente de la rodilla –puede valer cualquiera de las dos, pero no las dos simultáneamente– de la rodilla, repito, hacia arriba y al frente, de modo que describa un arco de circunferencia de unos 45º cuyo centro es la cadera. Ese movimiento rodillar –o rodíllico– obliga a nuestro pie del mismo lado a levantarse del suelo principiando con una elevación suave del talón que se transmite hacia la punta o dedos, de modo que el conjunto del pie –talón, arco plantar y dedos– se mueve hacia delante. Al mismo tiempo, el brazo del lado contrario al pie movido se balancea unos 35º, con centro en el hombro. 

Conseguida esta primera fase del caminamiento, pasemos a la segunda, sin duda la más complicada. La pierna con la que hemos empezado a caminar –la llamaremos pierna iniciática– se encuentra en estos momentos flexionada por la rodilla y su pie correspondiente despegado del suelo. Ahora debemos estirar totalmente la pierna iniciática, de modo que fémur, tibia y peroné se alineen, y descender ligeramente el conjunto hasta apoyar el talón en el suelo de manera que el eje plantar forme un ángulo de unos 24º con el referido suelo (o superficie de recepción). Este movimiento consigue de modo automático que la otra pierna, con la que no hemos iniciado el caminamiento –la llamaremos pierna secundaria– se incline hacia delante y su pie comience a elevar el talón, tal como ocurrió con la pierna iniciática, transmitiendo este movimiento a todo el conjunto de talón-planta-dedos. (Importante: no detener la pierna iniciática cuando haya completado su primer paso, pues ello podría ser causa de que, si la pierna secundaria no se detiene, comencemos a dar vueltas sobre un eje constituído por la pierna iniciática detenida, sin conseguir avanzamientos de ninguna índole, solo giramientos o rotaciones de tipo compasiano) 

Repitiendo las operaciones descritas en las fases una y dos de modo sucesivo y alternativo caminaremos, comprobando la satisfacción que produce el hecho de avanzar dejando cosas detrás. Hasta alcanzar la rutina, momento en el que tendremos que detenernos. Pero detenerse no sé cómo se hace, debe ser mucho más complicado y de imprevisibles consecuencias.

Figura: ángulos de ataque y descarga durante el caminamiento.

(Este texto está descaradamente inspirado en las instrucciones para subir una escalera de Julio Cortázar. Que conste, por si alguien me quiere denunciar y enviarme al trullo)

lunes, 10 de marzo de 2014

Sintigo


Me calo los prismáticos, no para ver pájaros esta vez, sino para otear horizontes hollados por tus pasos divergentes. No sé hacia dónde te largaste, ni por qué. Ni en el norte ni en el este –que tanto te gusta–, ni en el oeste ni en el sur –del que me hablabas– te lejanizo. Ni siquiera avizoro tu espalda en el ápex, en el vórtex o en el clímax. Dónde te has metido, contigo estaba bien, sintigo tendré que acostumbrarme. O buscarme un apaño que se te parezca. O seguir mirando pájaros.

lunes, 3 de marzo de 2014

266


Doscientos sesentaiséis es lo que separa la materia de la antimateria, el yo, que es el no tú, del no yo, que eres tú. 

Doscientos sesentaiséis, que contiene el guarismo sesentaiséis, símbolo del diablo, el antidiós, todo se comprende ahora. O se aproxima. Me gustaría viajar hasta el ciento treintaitrés, punto intermedio de encuentro –de choque– entre el mediotú y el medioyó, que soy a mi vez el antimediotú. Pero Heisenberg dijo no sin razón que cuando la materia y la antimateria, lo yo y lo no yo, que eres tú, se encuentran en un punto ambas se destruyen. Y tampoco es eso, más vale no estar que estar no estando. 

Un dilema nuestra relación, el encuentro entre mi yo y tu tú. Debe ser cierto que hay amores imposibles... 

(Foto: la página 266 de cualquier libro que tenga más de 265 páginas)