lunes, 27 de diciembre de 2010

lunes, 20 de diciembre de 2010

Piel de reptil


Insomnio: dos oes en tu nombre que son como dos ojos abiertos, desvelados, sin párpados, sin pupilas, fijos en la nada del techo vacío. Círculos inútiles entre los altibajos de tu eme y tus enes equivalentes a máximos y mínimos de tu encefalograma desbocado. Otra noche igual, los cachivaches mentales se agolpan en mis sienes, sin orden, caóticos, intercambiables como las piezas de un rompecabezas sin una solución lógica. Ideas absurdas se apelotonan, se superponen sin conseguir salir hacia algún lugar donde volcarse a través de mi lengua, de mis dedos, como ahora mismo un cardumen de tequieros no pronunciados que explotan en mi cabeza sin puertas de salida. Ni ventanas. Entelequia variable, las olas nunca son la misma ola, eterno vaivén, ahora la ola me lleva caminando por la ladera de una montaña que nos une, tú en el levante y yo en el poniente, no hay que subir pendientes, sólo caminar por la curva de nivel hasta encontrarte sin conocerte, es fácil, y luego tomarte de la mano y subir a la cima de la montaña, ya estamos subiendo. Las cimas de las montañas son como los orgasmos paralizados de la geofísica, y a partir de ellas todo es cuesta abajo, un mirarse a los pies para no tropezar, desaparecen los cielos, surge la oscuridad de lo profundo y del regreso. Aún es de noche, eso sí lo sé, o lo intuyo porque mi piel reptiliana no obedece, no responde, sólo mi mente bulle chof chof en un confuso caldo tridimensional y laberíntico. Mi piel de lagarto necesita el calor del sol para funcionar, o el calor de tu piel, o el calor de una piel, los calores son todos el mismo, un concepto termodinámico, una definición, qué líos se cuelan por los entresijos de mi inconsciencia o de mi locura insomne que todo lo mezcla en un cocktail imposible de beber. Mañana, o dentro de un rato, cuando la noción del tiempo inexistente haya desaparecido, cuando me levante sin haber dormido ni velado, cuando mi piel reptiliana empiece a dominar sobre mi mente, me habré olvidado de lo que ahora escribo entre visualizaciones inciertas de papeles desordenados, muñequitos de trapo, la esquina verde de la pantalla de mi portátil, un resguardo del banco y algún lápiz despistado. Entonces ya serán las siete y media, perfectamente identificables en el reloj de mi mesilla, los tictacs del tiempo real no mienten.

Siempre me pasa igual.

(Foto: lagartija roquera en La Najarra, sierra de Madrid)

lunes, 13 de diciembre de 2010

Por qué me gusta escribir


¡Y yo qué sé! Es difícil saber por qué me gusta escribir. Quizá por herencia genética, mi padre dejó algunos libros publicados, y multitud de versos y chascarrillos desperdigados por folios, libretas o simplemente en cachos de papel.

Dicen que para saber escribir antes hay que haber leído mucho. Yo jamás fui un gran lector, aunque he procurado leer algunas de las obras de la literatura mundial consideradas como fundamentales. Mi vida profesional, discurrida entre redacción de informes, proyectos y estudios técnicos ya me tenía ocupada la faceta de escritor. Al llegar a casa cada día, cansado, lo que me apetecía era ponerme las zapatillas y trasegar un whisky diciendo eso de “¡Vaya día he llevao!”, no eran las condiciones idóneas para agarrar el bolígrafo y garabatear algo en una cuartilla en blanco. En general, los ingenieros redactamos de forma concreta y esquemática, mal, sin florituras, vamos al grano sin hacer mucho caso de puntuaciones ni ortografía. Pero pronto aprendí que un documento técnico o un proyecto malos y bien redactados se vendían mejor que otros buenos y mal redactados. Y empecé a esmerar la redacción de mis informes para que, al leerlos, sonaran mejor. Creo que contribuyó bastante el hecho de que tengo buen oído, la música y la literatura caminan de la mano. Funcionó, a partir de entonces fue subiendo en los demás la consideración que tenían hacia mí como técnico, y los clientes aprobaban mis informes sin poner muchas pegas, simplemente por haber sabido colocar, más o menos adecuadamente, unos puntos y unas comas entre formulajos y nombres científicos.

Pero todo tiene su medida, su límite. La ingeniería y la literatura pueden chocar en su difusa frontera, por lo que hay que saber hasta dónde se puede mejorar literariamente un informe ingenieril sin llegar a desvirtuar su contenido haciéndolo incomprensible técnicamente. Recuerdo un trabajo que realicé en Bogotá, donde se habla un español mucho más correcto que en España, cuyo informe final, extenso, quedó a mi plena satisfacción. Se trataba de un documento sobre los indicadores ambientales que había que definir para controlar el grado de contaminación atmosférica de la capital colombiana. Tema nada poético, por cierto. “Me gusta”, dije al leerlo, y se lo entregué al corrector. El corrector es una figura que en España no existe pero allí sí lo hay, o lo había. Su trabajo consiste en leer todos los informes técnicos presentados y corregirlos para hacerlos más literarios. A los dos días me devolvió mi informe corregido. Lo leí en público, asombrado por la musicalidad, la fluidez y el ritmo que había adquirido mi redacción, ni Gabo García Márquez lo hubiera escrito mejor. Al finalizar la lectura, los asistentes me felicitaron casi entre aplausos, aunque el texto poco tenía que ver con lo que yo había escrito en principio, no acabé de comprenderlo ni yo mismo y estoy convencido de que mis oyentes tampoco. Pero sonaba de maravilla, a veces la música oculta la letra, contradiciendo el dicho "aunque la mona se vista de seda, mona se queda".

Escribir es ahora una más de mis variadas aficiones, a la que puedo dedicar más tiempo. Hacerlo me produce una satisfacción personal difícil de definir, aunque mi pretensión no vaya más allá de juntar palabras y frases con un cierto orden de modo que resulten medianamente comprensibles.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Escalera de mano con plataforma superior


¿Os habéis fijado en lo incómodo que resulta cambiar la bombilla de la lámpara del techo usando la tradicional escalera de mano? Incómodo y peligroso, permanecer de pie en el último peldaño con los brazos levantados puede hacernos perder el equilibrio y caer al suelo con estrépito, con las molestias y desmoralización que ello ocasiona en el vecino de abajo. Con mi escalera de mano con plataforma superior se solventa esa incomodidad y peligrosidad. En la amplia plataforma hay espacio suficiente para que podamos movernos sin problemas, incluso enroscar la bombilla bailando seguros al ritmo de la música que queramos poner en el loro ¡yeah!

lunes, 29 de noviembre de 2010

Orquídea


Orquídea, flor de difícil rima.

Humilde en mi bancal, en el arroyo reseco, en la ladera calcárea entre pinos y alhucemas. Ignorada por los grajos, los conejos, las ginetas o el jabalí que se arrima buscando glandes de coscoja. Cepo ardiente inevitable de febriles abejorros que insisten en copular con tu corola amarilla, ellos te regalan vida mientras tú los enamoras. Sensual, hembra.

Te prefiero libre en esa tierra donde vegetas sin lujo que en una floristería procedente de un vivero, seleccionada, cortada, con un precio en tu cintura y destino de florero. Presa, efímera.

Flor de difícil rima eres, orquídea.

(Foto: una orquídea, "Ophrys lutea", cerca de mi cueva)

domingo, 21 de noviembre de 2010

El ventanuco


Te veo sonreír, misterioso, como alelado, sentado en tu sofá favorito, mirando a un punto en el infinito, los ojos perdidos, ausente. Yo estoy en la butaca, a tu izquierda, leyendo la última novela de María Dueñas, pero no me ves, no me miras. Yo a ti sí, de reojillo entre párrafo y párrafo. Tu actitud me tiene algo intrigada, no sé qué pensar, esa especie de beatitud, de embobamiento, de navegar mentalmente por cielos que desconozco, de contestar con un ¿qué? baboso a cada pregunta que te hago. Casi afirmaría que tienes una amante, tu actitud es típica de los maridos que la tienen, los hombres sois todos igual de previsibles y malos actores. No me importa demasiado, si yo te contara... Pero la curiosidad femenina me puede. Te quedas dormido, con la sonrisa babeante, y aprovecho para acercarme a ti, silenciosa, y para asomarme a tu alma y mirar qué es lo que te provoca tanto nirvana. Tu alma sigue hermética, como siempre, pero descubro una especie de ventanuco abierto, como un bloque de cemento que hubiera saltado por desuso. Y me asomo a tu interior...

(Foto: campito de fútbol a través de hueco en la pared no me acuerdo muy bien dónde)

viernes, 19 de noviembre de 2010

jueves, 14 de octubre de 2010

La botella vacía


Era una noche fría, húmeda y ventosa. Tras abotonarse el abrigo sobre su cuerpo consumido y alzar el cuello por encima de las orejas de forma casi inconsciente, se incorporó con gran esfuerzo del banco de madera sobre el que se encontraba tumbado y se sentó en él. Todo le daba vueltas, le dolían las articulaciones, no sentía las manos ateridas por el relente de la madrugada, ni los pies, que notó sólo cubiertos por unos calcetines finos cuando los apoyó sobre la tierra húmeda. Buscó a tentarujas sus zapatos, que encontró al cabo de un rato tirados de cualquier manera debajo del banco y se los calzó sin recordar que se los hubiera quitado. Sentía un fuerte dolor de cabeza y un sabor ácido en la garganta.

Poco a poco fue tomando consciencia de la situación y del lugar en el que se encontraba. Recorrió con su mirada vidriosa y turbia el entorno, deteniéndola unos instantes en los detalles que podía identificar en la oscuridad de la noche, oscuridad sólo interrumpida aquí y allá por la luz lánguida de alguna farola.

Todo lo que veía a su alrededor le resultaba extraño, desconocido. El gran árbol situado frente a él cuyas hojas mecidas por el aire de aquella noche caían al suelo, secas, debía de ser otoño. La papelera a su izquierda, del otro lado del camino de tierra, llena a rebosar de restos inidentificables de diversa índole. El pequeño estanque a sus espaldas con una humilde fuente y la estatua de algún personaje local importante. El camino de tierra que discurría a su lado, perdiéndose en la oscuridad a derecha e izquierda, rumbo a no sabía dónde. La botella vacía y muda al otro extremo del banco en el que se hallaba sentado…

El reloj de alguna torre cercana comenzó a dar campanadas. Las contó: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Eran las siete de la mañana, de una fría y húmeda mañana que no conseguía situar en el calendario de su vida.

Dejó transcurrir algún tiempo sentado en aquel banco extraño, sujetando con las manos la cabeza inclinada sobre su pecho, tratando de buscar una explicación, un por qué ¿Qué hacía allí a esa hora de la noche? ¿Cómo había llegado? ¿En qué ciudad estaba? Y sobre todo ¿quién era él? Sus preguntas se perdían como gritos sin retorno en su mente dolorida...


Al cabo de un tiempo difícil de evaluar, introdujo la mano en el bolsillo de la chaqueta que llevaba puesta y extrajo una cartera de cuero negro. Revolvió su interior con sus dedos helados. Había un abono de autobús con ocho viajes realizados, dos billetes de diez euros y uno de cinco, el listado de la compra en un supermercado, y lo que buscaba: un documento nacional de identidad. A la débil luz de la farola más cercana pudo leer en aquel documento un nombre, un apellido, una dirección, una fecha de nacimiento… Nada de lo que leía le traía algún recuerdo, alguna idea sobre su identidad.

Entonces trató de recordar algún episodio de su vida, de recomponer la imagen de un rostro femenino, de unos hijos, de un lugar de trabajo... Pero ningún recuerdo acudió a su mente vacía. Buscó a alguien a quien preguntar por sí mismo ¿sabe usted quién soy?, pero a esa hora el parque estaba totalmente vacío, sólo un perro famélico e indiferente trataba de volcar con afán el contenido de la papelera cercana. Y como único sonido, el del agua de la fuente que manaba no lejos de allí, y el del viento abriéndose paso entre las ramas de los árboles.

-Tengo que salir de aquí- pensó, y con un gran esfuerzo se puso de pie. Las piernas apenas lo sostenían. Buscó en algún bolsillo un cigarro y lo encontró junto a unas llaves que ni se preocupó en identificar, seguro de que sería inútil intentar hacerlo. Lo encendió y lanzó hacia la noche una bocanada de humo que el viento se encargó de hacer desaparecer. Miró hacia las copas de los árboles y vio que ya se percibía un ligero clarear en el cielo, pronto amanecería. El camino de tierra se fue haciendo más visible y al fondo, a lo lejos, pudo ver una puerta abierta que comunicaba el parque con el bullicio de la ciudad. No estaba demasiado lejos, quizás había entrado por ella el día anterior, o hacía varios días, no podía precisarlo. Hasta él llegaba el eco de los primeros coches circulando por las calles del entorno del parque, aquella ciudad desconocida comenzaba a despertarse.

Cogió del extremo del banco la botella vacía, la observó durante unos instantes, intentó exprimir un último trago que no encontró, olió su interior para tratar de identificar el licor que contuvo, buscó la etiqueta, y, sin hallar respuestas, la introdujo en el bolsillo de su abrigo.

Y con paso vacilante comenzó a caminar por aquel sendero de tierra que lo conducía hasta la puerta de su realidad olvidada, sin demasiada prisa ni interés por recuperarla.

(Foto: botella vacía en un banco de madera de un jardín de Campoamor)

lunes, 27 de septiembre de 2010

La mora


La recuerdo desde mi primera infancia. Me fascinaba la imagen de esta mora cuyo cuadro colgaba de una pared cualquiera de nuestra casa de Tánger. Su hiyab blanco, su sonrisa intuída, sus grandes ojos azul verde, el color del mediterráneo, su mirada insistente, sin parpadeos, todo me atraía en ese rostro. Cada día pasaba un rato absorto frente al cuadro cuando marchaba o volvía del colegio cargado con aquella cartera llena de libros, cuadernos, con el plumier y otros cachivaches.

Siendo yo aún muy joven nos vinimos a vivir a Madrid y la mora desapareció de mi entorno. La olvidé.

..................

Muchos años después la volví a descubrir en una pared de la casa que alquiló mi padre en Madrid, donde se estableció al jubilarse tras vivir por medio mundo. Y recuperé mi fascinación por ella, por su mirada, su complicidad, los recuerdos… mi niñez.

Mi padre era un hombre generoso, todo lo que poseía con algún valor material lo regalaba. Recuerdo un día que fui a visitarlo a su piso madrileño, siendo él ya muy mayor. Me dijo:

- Diego, elige cualquier cosa que veas en el piso y llévatela, es para ti -

La mora me miraba desde la pared de enfrente, sonriéndome una vez más. Es una pintura sin ningún valor, hecha sobre un simple cartón y firmada por un para mí desconocido E. Cuesta. Sin dudarlo, y señalándola con el dedo, le dije:

- La mora -

Él me miró con una sonrisa nostálgica y me contestó:

- La mora no -

Lo suponía. Suponía que el cuadro, que había acompañado a mi padre durante cuarenta años por tres continentes, también ejercía sobre él una fascinación difícil de controlar y explicar, quizás por razones parecidas a las mías, o quizás diferentes. Nunca es tarde para conocerse mejor.

Mi padre murió. Y yo, esta vez sin pedir permiso, descolgué el cuadro y me lo llevé. Hoy vive humildemente en mi casa de Caravaca, después de haber recorrido paredes de La Habana, Luxemburgo, Rabat, Kinshasa, Lisboa, mientras yo me olvidaba de ella.

Y desde esta pared más próxima a su kasbah, me sigue mirando con la misma intensidad que hace cincuenta años, con el mismo misterio, con la misma seducción, me trae la imagen del bakalito de enfrente, de las tortugas del jardín, de Jimo y Lurdes, mis primeras caricias, inocentes y sentidas, los alá alá alá jandulela a coro en la acera, el olor de la jarira, los meblis de cristal sobre la tierra, las historias inventadas de Peque, y me habla sin palabras de la fascinación que mi padre sentía por ella y de la que ella sentía por mi padre. Sin duda también estuvo colgao por su mirada, como lo sigo estando yo muchos años más tarde.

(Foto: Cuadro de E. Cuesta - detalle)

sábado, 18 de septiembre de 2010

Semana de abandonos


Una semana, sólo una semana ha bastado para que me abandonen las tres mujeres que apuntalaban mi existencia.

El lunes me dejó mi mujer. Ya se sabe, la rutina, las conversaciones que se repiten o que no llegan, las diferencias de criterio, los niños ya criados, ¡qué sé yo!, todas esas cosas que hacen imposible cumplir el “hasta que la muerte nos separe” que decimos inconscientemente porque nos obligan, bajo presión, sin pensar ni un segundo lo que conlleva esa expresión. Lo imaginaba, los últimos meses se acicalaba más, se recompuso, y se dedicó a dar clases de golf, ya se sabe, el profe de golf se coloca detrás del alumno (alumna en este caso), pegado a su cuerpo para asesorarle en el correcto uso de los brazos, y claro, tanto roce..., los abrazos posteriores es lo que tienen. Además, tengo que reconocer que el profe de golf está bastante más bueno que yo.

El miércoles me dejó mi amante. Diez años de amancia casi ininterrumpida, de “mi mujer no me comprende”, de “mi marido tampoco”, de regalos caros y comidas en buenos restaurantes, de habitaciones en hoteles cuatro estrellas que se dejan a las nueve de la noche porque hay que volver a casa a acostar a los niños, de viajes inventados, de salidas eternas en busca de tabaco al kiosko de la esquina... para acabar recibiendo una llamada, “me vuelvo con mi marido ¿sabes?” me dijo, así, de sopetón, sin preaviso. Pero también lo barruntaba, no me llevé una gran sorpresa, llevaba ya algunos años haciendo hijos que no se me parecían nada. Pero nada de nada ¿eh?

Y el viernes sufrí la pérdida más dolorosa: me dejó mi asistenta. Mi Loli, que mantenía como los chorros del oro mi piso del pueblo, mi Loli, con quien mi relación era perfecta: no nos veíamos. La llamaba, “Loli, voy al pueblo el lunes ¿me podría dar una pasadita al piso?”, y siempre contestaba lo mismo “mañana me paso por allí”, y al terminar me dejaba una nota en la quesera que nunca utilicé como quesera, “32 euros” ponía, o los que fueran, y yo depositaba sin rechistar el dinero en la quesera que nunca utilicé como quesera, y Loli lo recogía cuando yo ya me había ido. Y así hasta la siguiente vez. Relación casi perfecta entre hombre y mujer, sin verse, el verse mucho siempre trae inconvenientes, incompatibilidades, cosas, lo mejor es no verse salvo en las ocasiones en que alguna urgencia compartida de las partes nobles lo exija.

Y ahora ando aprendiendo a saber (y a manejar, que es más complicado) qué es una mopa, un limpiacristales, los limpiagrasas, limpiabaldosas, limpiasuelos, las toallitas del mercadona, la fregona, el aspirador para las alfombras, el limpiabaños, la scochbrai, cepillos de diferentes calibres, bayetas... y a cantar por Mecano, que las labores domésticas sin canturrear cunden menos. Demasiado para mi cuerpo maltratado.

Si pudiera las recuperaría a las tres, sin dudar, pero si me obligaran a elegir una, me quedaría con mi casi desconocida Loli, aunque sólo fuera por egoísmo y aunque tuviera que colocar más monedas en la quesera que nunca utilicé como quesera.

Quién me ha visto y quién me ve, con lo que yo he sido...

jueves, 19 de agosto de 2010

El relevo


Míralos. Míralos cómo se acercan. Caminando tranquilos, en línea, balanceando con chulería los brazos, con una sonrisa estúpida dibujada en sus rostros impersonales y el hilillo de la insaciabilidad colgando de sus colmillos afilados. Portando en la mano gruesas carteras de color negro llenas de promesas que no piensan cumplir. Gordos. Sebosos. Pensando ya en el reparto de puestos, de prebendas, de coches oficiales, de sillones que pegarse al culo, éste pa mí, ése pa ti. Ya corrompidos unos, otros por corromper a gusto, dame. Ya llegan, chaqueta oscura modelo cuervo incapaz de ocultar sus prominentes barrigas, corbata de colores manchada con la grasaza de la última comilona, zapatos impolutos de charol que no saben lo que es andar un camino polvoriento ni quieren saberlo.

Al verlos, mi hijo, asustado, me pregunta:

- Padre, ésos... ¿quiénes son? -

- No te asustes, hijo - le contesto - Son... los que vienen a relevar a los otros... -

lunes, 19 de julio de 2010

El uno y el tres


El uno y el tres se encontraron en la página 13 de la novela que yo estaba leyendo. El soberbio uno miró al tres con la petulancia y arrogancia que lo caracterizan y le dijo:

- Joer, tres, mala pareja hacemos, sigues tan tú como siempre, pareces una simetría fallida, un ocho fracasado al que le faltase la mitad de la izquierda -

Y el humilde tres le contestó con su voz dulce y calmada:

- Sí -

(Y pensó: “la página trece sólo dura una página”)

(Foto: la página trece de la novela “Contra el viento” de Ángeles Caso)

domingo, 11 de julio de 2010

El eclipse eclipsado.


Hoy es la noche anterior, la del 10 de julio de 2010.

Estoy sentado en el porche serrano, solo, leyendo. Mi pie desnudo señala hacia el cielo oscuro con ese dedo gordo morcillón que yo nunca hubiera elegido. En el poste cuelga el termómetro de máxima y mínima, más relajado a esta hora de ladridos de perros. Las máximas de las cigarras en las carrascas y las mínimas de los sapos parteros en la lagunilla del prado de ahí al lado.

Mañana, cuando salga en el blog este texto programado para las 20h 17min del día 11 de julio de 2010 (hoy todo se programa, pobre caos), empezará un eclipse total de sol del que nadie habla, casi nunca se habla de los eclipses totales de sol o de luna, desde que no existe dios ya nadie mira al cielo, salvo algunos dedos gordos de pies desnudos. Quizás se hable algo en el sur de Chile y Argentina, países que tienen la exclusiva de este acontecimiento que a mí siempre me impresiona.

Mañana, cuando salga en el blog este texto programado para las 20h 17min del día 11 de julio de 2010, faltarán 13 minutos para que empiece la final del campeonato del mundo de fútbol y millones de ojos estarán embobados mirando las pantallas de millones de televisores. Arriba, el sol se empeñará en mostrarnos su espectáculo de prestidigitación, ahora estoy, ahora me voy, que no volverá a ofrecernos hasta el 13 de noviembre de 2012, día de san diego, por cierto. Sin apenas público, sin aplausos, sin ohes de admiración, la gente anda en otros menesteres, en otros ohes.

Dentro de cincuenta años nadie hablará del eclipse con menos espectadores de la historia mundial de los eclipses. Sólo se recordará el gol que el jugador X marcó en la final del campeonato del mundo y que valió el campeonato.

Al menos, deseo que ese X sea español.

(Foto: pie con dedo mirando, termómetro y cielo negro)

lunes, 28 de junio de 2010

Cuando yo sea mayrena

Sólo es eterno lo mineral y tú eres mineral, mayrena, gruta y cal. Y romero, tomillo, carrasca, lentisco. No creo en promesas de cielos, no los necesito, para ser eterno basta que mis cenizas minerales reposen en cualquier ladera soleada de mayrena. Como ésta:


Cuando yo sea mayrena,
una gota de lluvia me arrastrará hasta el vientre de mi cueva.
Y allí seré burbuja, piedra caliza, columna,
... silencio.

Cuando yo sea mayrena,
la brisa me empujará hasta el cauce de la rambla.
Y allí seré agua, huella de zorro
en el barro, cagarruta de gineta,
juma, reguera.

Cuando yo sea mayrena,
al romper el nubazo arribotas entre zumbíos y esclates
me mezclaré con la tierra.
Y seré raíz de sabina, de coscoja, de baladre.

Seré tronco, nido y semilla
que un gafarrón en su pico llevará al noroeste.
Y en tu tierra seré tierra, oliva en tu olivera, flor blanca en tu lirio azul,
grama en tu alcorque, higuera.

Y nunca sabrás que ese brote que ha nacido del rocío
fue contigo rambla, cueva, refugio,
sendero, niebla, caricia,
... y fuego.

(Foto: el pino triple, guía de la cueva)

lunes, 21 de junio de 2010

Destornillador blando


El destornillador blando está pensado para atornillar o desatornillar esos tornillos malditos situados en lugares casi inaccesibles, en rincones imposibles, tan frecuentes a la hora de montar o desmontar muebles y que tantos cabreos nos procuran.

Como casi todo el mundo sabe, un destornillador clásico consta de tres partes: el mango, el vástago y la punta (o puntilla). El mango es la parte superior de madera o de plástico, donde aplicamos la mano o los dedos para atornillar o desatornillar según giremos la susodicha mano o dedos a diestra o a siniestra. El vástago, según la definición de la RAE es la “pieza en forma de varilla que sirve para articular o sostener otras piezas”. En nuestro caso el vástago articula o sostiene mango y punta (o puntilla). Y la punta (o puntilla) es el artilugio metálico aplanado, a veces imantado, que se inmiscuye en la ranura del tornillo para proceder a su atornillamiento o desatornillamiento.

En esencia, el destornillador blando es como un destornillador clásico en el que he sustituído el vástago por un muelle. Así de fácil. Así de práctico. Su manejo es sencillo (viene con libro de instrucciones) Basta buscar el tornillo maldito e introducir en su ranura la punta (o puntilla) de nuestro destornillador blando y proceder a su desatornillamiento desde una postura cómoda debido a la flexibilidad del vástago.

martes, 15 de junio de 2010

Reloj de arena


Sólo soy el espacio de un segundo en la esfera incierta de tu vida, un breve tic tac aguardando el paso de la manecilla de tu reloj sobre mi cuerpo para compartir al menos ese mínimo sorbo, esa efímera caricia, antes de que desaparezcas una vez más rumbo a otros intervalos diferentes, incapaces mis manos de detener ese instante, de romper tu engranaje para que tu tiempo no sea futuro ni pasado, sólo presente compartido.

Soy un grano despistado en tu reloj de arena que sólo adquiere importancia durante el escaso segundo que tarda en resbalar por la piel de tu cintura, cristal que intenta agarrar en inútil esfuerzo antes de precipitarse hacia las tinieblas de tu indiferencia, entre otros granos iguales, anónimo, sin voluntad.

Y aquí sigo, en silencio, esperando el apresurado regreso de tu aguja caprichosa o el volteo de tu reloj de arena

miércoles, 9 de junio de 2010

Manchas


Manchas. Manchas de color naranja, o de color claro, no sé, las veo a veces entre la grama de la orilla, entre el follaje de los quejigos, sobre la roca de granito. Naranja sobre verde, o sobre feldespato, ilusión sobre realidad, luz sobre sombra, imaginación. Están ahí, cuando están, son pocas, no creas, pero destacan como caritas que me guiñan un ojo. A menudo es una sola, como antes de ayer, delgada, sin rostro definido, parece caída de un punto de interrogación que anda volando por ahí arriba, a la derecha quizás. Y no me agacho a cogerlas, ése es mi defecto, las manchas naranjas hay que agacharse a cogerlas porque si no, cuando vuelves a hacer el camino al día siguiente con el ánimo de encontrarlas, ya no están. Ni siquiera su reflejo. Ni su sombra, las manchas naranjas no tienen sombra (creo). O no la dejan, las sombras se las suele llevar el diablo como se lleva de los espejos rotos los restos de las imágenes simétricas. Busco con desesperación la mancha, tu mancha de hace dos días, cavo, cavo, cavo la tierra muy profundo con mi viejo azadón hasta alcanzar el horizonte C, sin hallar ni rastro de ella, las manchas naranjas tampoco tienen raíces, sólo sonrisas de color. Y entonces es cuanto agarro mi móvil y marco un número que no conozco...

(Foto: liquen sobre roca y sombra, algún lugar de una sierra burgalesa)

jueves, 3 de junio de 2010

Historia inempezada


Se sentó en la butaca frente al escritorio con un bote de cerveza mahou en la mano, tomó una hoja de papel en blanco, la colocó frente a él, quitó el capuchón de la vieja pluma estilográfica gris que alguien le había regalado y se dispuso a escribir sus memorias.

- Lo primero - pensó - es buscar una buena primera frase, ésa es la clave de toda narración -

“El día que nací hacía sol, era temprano y mi madre tenía frío” (Demasiado climatológico, tengo que buscar algo más impactante, algo que enganche realmente). “La primavera estaba a punto de llegar y los vencejos volaban a ras del suelo gritando alegres como para saludar mi llegada al mundo” (Puf, pelín cursi y autocomplaciente, aparte de que yo no sé si los vencejos gritan, trinan o qué). “No lo recuerdo exactamente, pero me parece que lo primero que apareció de mí fue la nariz, luego los ojos, y la boca con un grito ¡mamá!” (Tampoco me vale, poco creíble y demasiado banal para unas memorias que se suponen serias)

..........

Y ahí sigue inmóvil cuarenta años después, sentado en el mismo sofá frente a la misma hoja inmaculada, con el mismo bote de mahou lleno de telarañas en la mano, mirando como un pasmarote la misma pluma gris de tinta reseca, buscando una buena frase de inicio que no aparece y esperando que ocurra algo en su vida gris para plasmarlo en su historia inempezada.

(Foto: pluma gris y papel en blanco)

jueves, 27 de mayo de 2010

Bla, bla, bla...


El Ibex selectivo quiebra la bolsa a inversores del sector financiero, a pesar de la suspensión del sector renovables con liquidez del crédito a (o para) la reactivación de la prima de riesgo, más o menos. Pero los puntos básicos de lehman brothers contra un plan a la griega y el mercado laboral desde la recesión de la crisis no opta inversiones extranjeras presas de patas en él. Un ajuste fiscal de la reforma laboral y la unión monetaria en un Banco Europeo de renta variable priman el riesgo en la zona euro con inyección de fondos públicos, la gallina. Al mismo tiempo la transacción de minusvalías proporcional de la parte contratante de una deuda impele la reforma del mercado laboral, pero el paro desemplea una recaudación panda de chorizos de emisión de bonos y deudas del estado, con una huelga general implícita. La liquidez de la banca y la reactivación del crédito euríbor según la reacción alcista y la cotización de subidas fiscales, IVA y nikkei copulativas, para la rescisión del ladrillo.

lunes, 17 de mayo de 2010

Tarabilla


No lo sabes, pero
eres poesía líquida, libre,
verso sin tiempo ni medida,
fluyes,
aile de pleine lune qui frôle ma joue,
sin idioma, sin regla,
sin frontera.

No dejes que te opriman
los barrotes del dolor,
vuela sin buscar mañanas,
como siempre lo hiciste,
sin rumbo,
y si un día caes al suelo
herida, llámame
para que te impulsen dos palabras.

Te necesito.
Viva.
Te necesito.
Libre.

(Foto: tarabilla sobre cerramiento en las dunas de San Pedro)

sábado, 8 de mayo de 2010

El final de las fiestas


Los caballos del vino, el parlamento, el desfile de moros y cristianos, las calles llenas de alegría, música, juventud y colorido..., de vida. Acabaron las fiestas de mayo de Caravaca de la Cruz, ahora sólo queda guardar el vestido de fiesta, apurar el último vaso de limón con ginebra en el portal ya vacío y preparar la mente para descolgar el traje de faena, el de diario. Cinco días que dejan un recuerdo imborrable, como cada año. Pero la tristeza, la mirada lejana perdida y la nostalgia sólo duran una noche, mañana volverán a iniciar la cuenta atrás, 360, 359, 358...

(Foto: moro descansando en el banco que hay frente a mi casa y zagala en portal con cubata)

domingo, 25 de abril de 2010

El martillo para zurdos


Los zurdos son los grandes olvidados por la bricolajemanía. Si yo fuera zurdo organizaría una manifestación mundial de zurdos para exigir herramientas adecuadas a nuestra zurdez. Pero no soy zurdo. En cualquier caso, he ideado este martillo para zurdos que puede paliar los inconvenientes que encuentran aquéllos a la hora de clavar un clavo o púa (en panocho).

En esencia es un martillo casi igual que el martillo tradicional o martillo para diestros del que sólo se diferencia en que la cabeza de hierro superior del martillo para zurdos tiene la parte amartilladora o “A” a la izquierda y la parte desclavadora o “B” a la derecha. En el martillo tradicional, “A” está situada a la derecha y “B” a la izquierda.

De nada, zurdos.

miércoles, 14 de abril de 2010

Sola


Camina sola por la playa, hacia el sur, la espuma borra su huella de arena como si fuera el pasado que pretende olvidar y no se atreve a mirar. A su izquierda el mar incierto, amenazador, la aventura que no quiere afrontar, a la derecha lo de siempre, ruidos, aglomeraciones, gente, rutina, de frente lo desconocido, lo misterio, lo ¿qué más da?, la playa sin huellas, sin recuerdos, sin caricias.

¿Qué pudo haber fallado? La persigue insistente el nopudoser mezclado con el rumor monótono de las olas hoy grises, los porqué, los cómo, los cuándo, las promesas de amor eterno, el hipócrita hastaquelamuertenossepare, la piel de los primeros tiempos, todo diluído, apagado y roto después de quince años de no fingida felicidad. Se siente frustrada, desengañada, pensó que podría ser capaz de conseguirlo.

Camina sin volver la mirada, hacia el sur, sin rencor, sin buscar culpables, sólo razones difíciles de encontrar, a la izquierda la nada, a la derecha lo de siempre, lo de nunca, silueta serena que se aleja de mí. Sólo yo sé que va llorando, sólo yo siento mis lágrimas.

Ojalá encuentres otras huellas que acompañen tu camino hacia ese sur luminoso, y el calor que necesitas y que yo no supe mantener...

(Foto: mujer caminando sola por la orilla de una playa del levante español)

martes, 30 de marzo de 2010

Cristal tintado


De oscuro voy a tintar
los cristales de mi alma
para que nadie nos vea
si vienes a visitarla.

De oscuro voy a tintar
los cristales de mi alma
para que nadie me vea
llorando, cuando te marchas.

(Foto: el cristal tintado de una caravelle roja)

lunes, 22 de marzo de 2010

Abandonado


He salido de casa esta mañana, he subido caminando por la acera de enfrente y me he visto reflejado en el escaparate de la zapatería de la esquina. Mi aspecto es deprimente, voy desaliñado, vestido con ropa raída, pantalón sin planchar, zapatos que no han visto el búfalo desde hace meses, camisa con lamparones.

Y es que me tienes abandonado, ya no recuerdo la última vez que me preparaste aquel cocido que tanto me gusta, o aquel postre de pastel la cierva, ni tampoco me acuerdo de cuando me comprabas en el cortinglés aquellos trajes emidio tucci que tan bien me sentaban, y corbatas, y calcetines, incluso calzoncillos me comprabas, de esos de calvin klein, que estaba yo guapísimo en gayumbos delante del espejo del armario del dormitorio.

Abandonaíco perdío, así me tienes, ¡qué diría mi madre si me viera!, ya no me llevas a comer pizza pollo barbacoa al ginos, ni me invitas a ostras, como hacías antes, y he tenido que aprender a hacer una tortilla francesa, o incluso un filete, por comer algo, con lo que se enguarran los fogones y lo incómodo que es limpiarlos, yo que casi no sabía dónde quedaba la cocina en nuestra casa. Ni siquiera me compras el día de mi santo la colonia de armani que tanto me gusta, ahora huelo a colonia de garrafón que tengo que comprar yo mismo en el chino de abajo.

Pero bueno, soy generoso y te perdono, en el fondo sé que lo haces debido a cierta pasajera dejadez en el cumplimiento de tus obligaciones que te invade últimamente, estoy seguro de que pronto volverás a ser la esclava ¡huy, perdón, qué digo! la esposa fiel y sumisa que siempre fuiste, que volverás a encerrarte en la cocina para hacer las comiditas que me agradan, a vaciar el lavaplatos, a hacer mi cama, a planchar mis camisas, a fregotear las baldosas que ensucio y a arrastrar el carrito de la compra por el mercadona del barrio cuando vuelves del trabajo.

(Foto: zapatillas en la zona de transición, en el duatlón de Caravaca, marzo 2010)

miércoles, 17 de marzo de 2010

Carretilla de ida y vuelta


La carretilla se suele llevar llena de cosas a la ida, cuando vamos desde el punto A (o punto de partida) hasta el punto B (o punto de llegada), y vacía de cosas, o vacía sin más, a la vuelta, cuando hacemos el recorrido desde B hasta A. A menudo, dar un giro de 180 grados a la carretilla en B después de descargarla de las cosas que llevamos desde A resulta tedioso y molesto. Con la carretilla de ida y vuelta (nombre comercial, carrivú) se obvian estos inconvenientes: para volver desde B hasta A basta simplemente con cambiarnos de lado en B y empujar hacia A, sin hacer maniobras peligrosas que podrían dañar la integridad o la moral de los circundantes.

(Mejoras que se me ocurren a bote pronto: carretilla con luz delantera y trasera y/o con tapón en el fondo para vaciarla al llegar a B sin necesidad de volcarla hacia un lado)

lunes, 8 de marzo de 2010

Final


¿Qué quedó de mil caricias,
de mil besos, de mil risas,
mil ternuras y un reproche?
El reproche...

¿Qué quedó de mil soles,
mil estrellas, mil paisajes,
mil alondras y una noche?
La noche...

(Foto: una ola barriendo un corazón dibujado en la arena, La Glea, Alicante)

lunes, 1 de marzo de 2010

Perder la cabeza


Otra vez, y van... Hace unos días he vuelto a perder la cabeza. Siempre me pasa lo mismo, me doy cuenta después de levantarme, cuando me planto frente al espejo del cuarto de baño con los apechusques del afeitado en la mano, después de la ducha. El espejo aparece vacío de caras, de ojos soñolientos, de orejas, de ojeras, de narices, nadie me mira desde su pulida superficie. “Otra vez se ha largado”, pienso...

Como siempre, inicié la búsqueda en los lugares en los que suelo perder la cabeza, no son tantos.

Me fui a tu casa, pensado que estaría sobre tu almohada, mirándote con ojos sorprendidos y una sonrisa dibujada en sus labios. Revolvimos tu dormitorio de penumbras y cielos y gatos blancos que se cuelan por esa ventana siempre entreabierta, pero allí no había cabezas descarriadas entre sábanas azules, sólo algún retazo de antiguas palabras inventadas. Y el gato.

Luego viajé a la caseta del monte, donde guardo mi bicicleta azul. Me dijo, con aires de reproche, que hace ya dos meses que no me ve a mí ni a ninguna parte de mi cuerpo, cabeza o nalgas, y que ya se está cansando de que no la saque a pasear, que se le oxidan los engranajes por falta de uso, que me va a abandonar. Es tan suya...

La busqué a gritos por cimas, collados, senderos, riscos, ramblas, pero sólo contestó el eco solitario de mi voz descabezada, rebotado en no sé qué nubes o cielos sólidos. En bancales, en cornejales, en acequias, en regueras, debajo de las piedras, en guinchas, en mi cueva... pero no hallé ni rastro de cabeza, apenas los restos de antiguas miradas colgadas de las piedras, de las ramas, de los barrancos, las miradas nunca desaparecen de los lugares mirados.

Y así sigo, medio cuerdo, buscando sin mucho interés mi cabeza, en el fondo me gusta perderla a menudo para que luego le cuente al resto de mi cansado cuerpo sus nuevos o redescubiertos olores, sabores, paisajes, sus nuevas perdiciones.

Pero ya son muchos días, ¿se la habrá comido el gato blanco de cola negra? Si la veis por ahí, decírmelo para ir a buscarla. Pero no la encontraréis en ambientes cerrados llenos de ruidos, ni junto a políticos del color que sea, ni en ciudades abarrotadas de otras cabezas inexpresivas, sólo puede estar mirando horizontes de colores en algún lugar soleado y solitario donde el aire refresque su cara.

(Foto: dos de las cuatro nuevas torres de Madrid)

lunes, 22 de febrero de 2010

Correíllas para huevos

A mí me ha pasado muchas veces: estoy en la cocina, saco un huevo de la nevera, lo coloco sobre la encimera, echo aceite en la sartén, enciendo el gas, pongo la sartén sobre el gas, agarro un plato con la mano izquierda y un tenedor con la derecha para batir el huevo, y en ese momento... el huevo empieza a moverse sobre la encimera, animado por no sé qué fuerzas interiores, gira sobre sí mismo y ¡plaf! se escoña contra el suelo mientras yo observo la escena con cara de gilipollas sin poder intervenir al estar ocupadas mis dos manos.

Por eso he diseñado lo que denomino “correíllas para huevos” o "correhuevillas":


Las correhuevillas no son más que dos correas (por huevo) que hay que ceñir adecuadamente al huevo al sacarlo de la nevera. Van provistas de unos apéndices de silicona con forma de pata de insecto o “podos” que impiden que el huevo gire sobre sí mismo en la encimera y se esclafe contra el suelo mientras hacemos otras labores. Los “podos” pueden ir coloreados de diferentes colores para hacer más atractivo el invento. ¡Ojo! hay que acordarse de quitar las correíllas al huevo antes de cascarlo y echarlo a la sartén.


lunes, 15 de febrero de 2010

El Hombre de Hielo


Me dijo el Hombre de Hielo:
- Escoge.
Hay que hacerlo:
aire o mar...
tierra o cielo...
ana o eva...
rojo o negro...
sombra o luz...
alondra o cuervo...-

Confuso, le contesté:
- ¿Por qué tengo que escoger,
Hombre de Hielo?
¿Por qué no puedo
beber el aire y el mar,
tocar el cielo y la tierra,
querer a ana y a eva,
soñar de noche o con luz,
no preferir rojo o negro,
el trino de una alondra
o el graznido del cuervo?-

El Hombre de Hielo insiste:
- Escoge, tienes que hacerlo-

Con lágrimas en los ojos,
las últimas que hubo en ellos
contesté:
- aire...,
cielo...,
ana...,
rojo...,
sombra...,
cuervo...-

Y...

...mis lágrimas se hicieron hielo,
hielo se hizo mi sonrisa,
mi alma, todo mi cuerpo,
se heló mi fantasía,
mis ideas, mis recuerdos...

Desde entonces ya ni siento,
soy por fin Hombre de Hielo...

(Foto: subiendo a Rascafría, Madrid)

lunes, 8 de febrero de 2010

Indiscriminadamente

Hola, me presento: soy la palabra “indiscriminadamente”.
No soy la más larga del diccionario, lo sé. Me gana por ejemplo “esternocleidomastoideo”, hay que tener ganas de llamarse algo para llamarse así. Pero mi longitud no es motivo de orgullo, os aseguro que es un suplicio tener un nombre tan largo. Veinte pulsaciones en el teclado del ordenador; veinte curvas y recurvas del boli cuando alguien se arriesga a escribirme en una hoja de papel; cuatro puntitos, con la precisión que ello comporta a la hora de situarlos justo encima de la i correspondiente.
Entiendo que nadie me quiera, que cualquier escritor me sustituya por otra expresión cuando no tenga más opción que referirse a mí, que nunca haya aparecido en un poema de amor, que ni Cervantes, ni García Márquez, ni Muñoz Molina me hayan incluido jamás en alguna de sus novelas.
Además, no sólo soy fea y antipática a la hora de escribirme; pronunciarme también es una lucha fonética, con esa “n” y esa “d” seguidas que se enredan en la base de la nariz pugnando por no salir; o esa sucesión de consonantes, “scr”, que al huir por la mella del incisivo hacen difícil decir el resto de mi nombre, que sale atropellado, como asfixiándose. No fluyo, no brillo, no doy esplendor, no enamoro. Nunca alcanzaré la categoría de susurro.
¿Y cuando me parten al final de un renglón por ser tan larga? Lo hacen sin miramientos, sin sensibilidad, ¡hala!, les da igual partirme por cualquiera de mis ocho, ¡ocho! sílabas, como si fuera un colín de panadería, plas, con la frustración que ello conlleva. Nadie sabe lo que se sufre al ver la mitad de tu cuerpo escrita al inicio del renglón siguiente; porque se ve, lo aseguro, se ve. Es como si al abrir la puerta de tu casa para salir a la calle vieras que tus piernas ya están atravesando el portal; desmoraliza.
Por eso envidio las palabras cortas, sobre todo las conjunciones copulativas. Y, e, ni, que. Breves, un sólo golpe de aliento, seguras, rotundas, indestructibles, inseparables en sus componentes. Y las envidio no sólo por esas cualidades, sino sobre todo por ser copulativas. Únicamente se las pronuncia o escribe para copular, a derecha e izquierda, con adjetivos, verbos, sustantivos e incluso con complementos circunstanciales, bendita promiscuidad. Yo nunca copularé, nadie querría hacerlo con una palabra tan llena de letras, tan picuda, tan partible en cachos, tan larga; en mi caso el tamaño sí importa, pero para peor.
Pero es mi destino, qué le voy a hacer. Seguiré saliendo de las escasas gargantas que me pronuncien, de los pocos teclados que me pulsen o de los olvidados renglones donde me lean, sin calor, sin fe, y moriré virgen cuando ya sólo existan en nuestro diccionario barbarismos heredados de otras fronteras. Perra vida la de algunos...
(Foto: una de mis plumas)

lunes, 1 de febrero de 2010

Las cuadrillas de Barranda

Estos días se celebran las Fiestas de Barranda, pedanía de Caravaca de la Cruz, en honor de su patrona, la Virgen de la Candelaria. Ayer fue el “día de las cuadrillas”, y, como procuro hacer todos los años, allí estaba yo. Me encanta este día de las cuadrillas, es una de las fiestas populares que más me gustan de todas las que he visto por ahí, y he visto unas cuantas.

Os explico el origen.

En los siglos XVI y XVII se constituyeron por el campo de Caravaca una serie de Hermandades de Ánimas que recaudaban fondos para sufragar los gastos de la parroquia a través de cuadrillas de música tradicional. Las cuadrillas salían a pedir el "aguilando" por las casas de la aldea, por lo que adoptaron el nombre de "aguilanderos".

Rememorando estos hechos, el último domingo del mes de enero las cuadrillas se distribuyen a lo largo de la calle Mayor e interpretan sus músicas tradicionales: pardicas, manchegas, mazurcas, joticas, etc. mientras la gente pasea, mira, o baila, y bebe vino y toma bocadillos gratis. Lo que más me gusta es que, junto a “aguilanderos” de toda la vida, ves a cantidad de zagales jóvenes en las cuadrillas, el relevo está asegurado. El canto es muy particular, suena a terrones resecos por el sol de estas tierras, y la música ni os cuento. Autenticidad.

Fotos de ayer mismo:

Una de las cuadrillas intervinientes (Los Aguilanderos de Barranda)

Los instrumentos de las cuadrillas son variados, guitarra, guitarrico, laúd, violín, pandero (tocado en la foto por una mano harta de desterronar bancales a golpes de azá), platillos:






Suenan las pardicas mientras la gente (generalmente mujeres) bailan por arriba y por abajo


De vez en cuando descansan las cuadrillas

Para volver al ratico a enarbolar sus mástiles.

Barranda es un pueblo con marcada personalidad propia. El año que viene no faltaré a mi cita.


(Fotos: cuadrillas de Barranda, 31 de enero de 2010)

viernes, 29 de enero de 2010

Martillo para techos


Clavar un clavo en el techo con un martillo tradicional resulta incómodo y peligroso para nuestros nudillos, que siempre acaban raspados. Además, el martillo se nos puede escapar y percutirnos en la cabeza, con los daños colaterales que ello conlleva, aparte del pitorreo de los eventuales observadores. Con el martillo para techos se solventan estos inconvenientes al estar dirigida hacia arriba la cabeza o mandublio y por la forma ergonómica del mango o cirpodio

viernes, 22 de enero de 2010

Blanca


Tu mirada es blanca, no sabe de horizontes brumosos, se cruza antes de llegar al infinito, se pierde en extraños arcoiris de colores diferentes que sólo tú ves, en paisajes errados de dos incógnitas de las que sólo tú tienes la solución; a veces querría mirar con tus ojos achinados para ver cómo es tu mundo mágico, huyendo del mío demasiado real.

Tu sonrisa es blanca, a veces de ojos cerrados, se abre mientras tu mente fugitiva recorre mundos diferentes a los que otros soñamos, en los que todo es amable y no hay lugar para las tristezas, para las preguntas y los porqués, todo es hoy y ahora; a veces me gustaría meterme en tu sonrisa blanca para ver qué sueños la alimentan.

Eres blanca como tu nombre, como la espuma del arroyo transparente de montaña que ahí arriba no sabe de ríos ni de mares futuros, sólo de espumas blancas; blanca como el pétalo de la jara que nace impoluto cada mañana en una ladera yerma; blanca como la hoja de papel en la que escribes inseguros renglones blancos que sólo tú puedes leer; blanca como aquellos abrazos que dabas apretada contra mi pecho cuando aún eras una ranilla, nunca un abrazo fue más abrazo que el tuyo; blanca como la quinta fase de la luna, que sólo tú entiendes y que sólo a ti sonríe.

Blanca...

(Foto: flor de rosal silvestre)

lunes, 11 de enero de 2010

Tornillo doble o "bitornillo"


He montado numerosos muebles de Ikea para mi casita caravaqueña. Generalmente te cabrea bastante hacerlo, entre otras cosas porque en el paquetito de herramientas y cachivaches varios para el montaje hay un sinfín de tuercas, tuerquecillas, arandelas, arandelillas, cosas, cosillas, fildurcios, etc. que hay que colocar en sus sitios específicos, y tornillos, muchísimos tornillos. Montando mi última librería modelo Billy se me ocurrió que el bitornillo o tornillo doble reduciría drásticamente el tiempo de montaje de cualquier mueble de Ikea o de cualquier otra cosa que requiera tornillos en su montaje. El bitornillo tiene dos puntas y una sola cabeza, lo que permite atornillar dos tornillos simultáneamente y reducir así a la mitad el tiempo de atornillamiento.

lunes, 4 de enero de 2010

I'm yours


En la radio suena “I’m yours”, de James Mraz, mi coche circula alegre, ronronea con la canción, voy solo, como tantas veces, llevo el regulador a 125, mis pies bailan al son de la guitarra, veo cómo se desliza el asfalto debajo de mí, oigo el alegre chapoteo del agua, hoy todo es alegría, las señales de tráfico se acercan y desaparecen en el retrovisor, también parece que bailan, llueve mansamente, los limpias bailan, mis ojos bailan, el baile baila... voy feliz, absolutamente feliz, tarareando con pronunciación barriobajera la canción que emite el loro (uno de tantos palabros que me has enseñado), más o menos así:

ai wont esiteit nou mor nou mor,it canot weit aim yuuurs
güel open yur maind end si laik mi
open ap yur palns end dam yur fri
lukin intu yur jart yul faind lob, lob, lob


Estoy viajando de Madrid a Caravaca ¿cuántas veces habré hecho este recorrido? No sé, pero siempre voy con la misma ilusión al reencuentro de mayrena, sé que me espera con los brazos extendidos y con su eterna sonrisa de cal y romero. Ahora se liquida el recorrido en poco más de tres horas, pero en la coneja 2cv, en el seiscientos azul, en el 124 rojo tardar menos de seis horas era un récord, canto, canto, canto:

aiv bin spendin way tu log cuequin mai tong in ze mirror
end bendin over bacwards yust tu trai tu si it clirer
mai brez fogd ap ze glas
anso ai driu a niu feis end lof
(barriobajero total)


Entonces no había autovía, la carretera era más humana, estaba llena de hitos que permanecen alejados en la distancia y en el tiempo, pero nunca en el sentimiento ni en la lagrimilla, como ese bar de las sillitas pequeñicas, donde mis hijos casi me exigían parar porque les parecía un lugar mágico, o el juanito de La Roda, con sus bocadillos de lomo que tomábamos a las dos de la madrugada, en verano había que viajar de noche para evitar los calentones del seiscientos, o ese pinar de Tobarra donde descubrí que tu piel olía a resina como los pinos que nos miraban..., canto, canto, canto:

luk intu yur jert end yul faind lob, lob, lob lob
lisen tu ze music of ze moment com end dans güiz mi
a la japi famili


... y sigo conduciendo, cantando, tan feliz como la primera vez que hice este recorrido, en mayrena hasta el recuerdo y la nostalgia son alegres, mayrena es vida, abrazo, ternura, es meta y partida, es piel, es aire, es agua, es viento, manantial, abejaruco, silencio.

¡aim yuuuuuurs!



(Vídeo: Jason MRaz y su I'm yours)
(Foto: La A30, en algún punto cerca de Tobarra)