lunes, 26 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad


Nació. En un pesebre. Abrió un ojillo, luego el otro. Y no le gustó lo que vio. Nada. 

Vio un carpintero y una virgen mirándolo extasiados. Vio una mula y un buey. Vio tres reyes magos que le traían incienso, oro y mirra ¿Para qué quería él el oro, el incienso y, sobre todo, la mirra, que no sabía ni qué era? Vio, fuera, pastorcillos, lavanderas en un río de papel de plata, borreguitos y un caganer en lo alto de una loma.

Se miró. Se vio un niño normal. Él no quería ser jesús, ni dios, ni cristo, ni espíritu santo. No quería ser adorado. Quería ser niño, sin más. Saltó del pesebre, montó precipitadamente sobre la mula y se largó a galope de allí. 

Aún lo andan buscando.

(Foto: entrada a una cuadra en el pueblo en ruinas de Retamalejo, Murcia)

lunes, 19 de diciembre de 2011

El ecogrifo


En estos tiempos de crisis hay que ahorrar como sea. Para contribuir a ese ahorro y que no se me cabree la merkel, he diseñado el “ecogrifo” o “grifo económico”. 

Su aspecto no difiere mucho del grifo tradicional: tiene su rosca para conectarlo a la red de cañerías y su llave para regular la salida del agua. La diferencia estriba en que mi “ecogrifo” no dispone de agujero de salida del agua. De este modo, por mucho que abramos la llave, el consumo de agua será cero, para indignación del Canal de Isabel II u otra compañía cualquiera, que nos cobran lo que les da la gana. Importante: la sensación de ahorro es mayor cuanto más se abra la llave, por eso se recomienda abrirla a tope. 

Lo vendo con libro de instrucciones en varios idiomas y, ¡si se lleva dos, le hago una rebaja del 40% en el segundo, oigaaaa!  

Me pienso forrar.

Nota: el ensanchamiento para evitar golpes de ariete ("AGAS" o "Anti Golpes de Ariete System") no sería en realidad necesario, como podría ratificar cualquier ingeniero hidráulico avezado. Lo he diseñado así para subir unos eurillos el precio final del engendro, no es lo mismo vender un "ecogrifo", a secas que un "ecogrifo con AGAS incorporado". El marketing es el marketing, y la pela, la pela.

lunes, 12 de diciembre de 2011

El cuento que no quería ser contado


–Todo está escrito. En el árbol, en el mar, en el aire.

Me lo dijo mi padre un día que me decía cosas, y yo pensé que se había vuelto medio loco. Luego comprendí que, simplemente, era un poeta. Porque ser poeta es una forma como otra cualquiera de estar medio loco. 

Una gota dentro de una cueva. Cuelga de lo que un día, dentro de siglos, será una estalactita. Los despojos calizos de la geología. Otra forma de locura. O de poesía. Observo atentamente, a la luz de la linterna, y veo... ¡frases dentro de la gota! ¡Frases con sentido, ordenadas, destacando como culebrillas blancas cálcicas en el interior transparente del agua! Inquieto, comienzo a leer:

"Cuando despertó por la mañana, Bushman constató que le faltaba un brazo. No se dio cuenta enseguida; el sueño aún atenazaba su consciencia. Solo lo sospechó cuando intentó ponerse el calcetín que había dejado cuidadosamente la noche anterior en el interior de su zapato derecho." 

¡Obviamente, era un cuento, un breve relato que cabía en una simple gota de agua! Con un inicio que me enganchó, una de las claves necesarias de todo cuento: el enganche inicial. Hasta el nombre del previsible protagonista me pareció bien elegido: Bushman, un apellido que no definía su condición de hombre o mujer, aunque la terminación “man” podía inducir a pensar en una identidad masculina, quizá un truco intencionadamente buscado por el narrador para confundir al lector. La continuación iría desvelando poco a poco el personaje, supuse. O no, en los cuentos nunca debe uno suponer nada. Seguí leyendo la gota, a la luz de la linterna.

"Alargó la mano, o lo que él creía que era la mano. El calcetín seguía en el interior del zapato, indiferente a su esfuerzo por agarrarlo e introducirlo en el pie, frío a esa hora de la mañana. 'Algo está pasando', pensó Bushman, con gesto de preocupación." 

Esta parte no me gustó. Si alargaba la mano, o lo que él pensaba que era la mano, era obvio que no notaba la ausencia de su brazo, que según el inicio del cuento apreció cuando intentó ponerse el calcetín. Quizá el cuento estaba pendiente de una revisión que el autor aún no había efectuado.

"Se puso en pie y, nervioso, acudió al cuarto de baño. Encendió la luz y miró su imagen reflejada en el gran espejo de bordes plateados." 

Lo de los bordes plateados me pareció superfluo, un adorno inútil y algo hortera que no intervendría en el resto del cuento. Los cuentos deben centrar nuestra atención en la trama, sin desvirtuarla ni desviarla por caminos que no conducen a ninguna parte. A no ser que esos desvíos aparentemente inofensivos cobren al final un protagonismo imprevisto. Intenté no olvidar lo de los bordes plateados por si era un detalle importante en el desenlace de la historia. Seguí:

"A Bushman se le escapó un grito apagado. ¡Efectivamente, le faltaba el brazo derecho! Se restregó los ojos con su única mano, incrédulo. Levantó el brazo izquierdo y la imagen repitió el movimiento, simétrico e instantáneo. Intentó lo mismo con el brazo derecho, pero la imagen reflejada no mostró el menor movimiento. ¡Había desaparecido su brazo derecho!. Intentó recordar: la noche anterior se había acostado como todas las noches a las doce. Había leído un rato, sujetando la novela con los dos brazos, lo recordaba bien. Había apagado la luz a las doce y media, accionando el interruptor con la mano derecha, estaba seguro... y se había dormido. Sin duda ¡el brazo le había desaparecido durante la noche, mientras dormía! Hizo un esfuerzo por recordar sus sueños; algo o alguien se lo había robado ¿Quizás Bradley?" 

¡Bradley!; surgía un nuevo personaje que presumí iba a ser fundamental en el desarrollo del relato. ¿Quién sería ese Bradley? ¿Un amigo? ¿El brazo derecho de Bushman? ¿Un hombre? ¿Una mujer (tampoco se indicaba su nombre, solo el apellido)? ¿Su propia imagen reflejada en el espejo de bordes plateados? ¿El espejo era el límite de la gota de agua? ¿Bradley quería salir de su encierro y había ideado una historia de brazos desaparecidos para meter a Bushman dentro de la gota de agua? Incógnitas, incógnitas. El cuento se ponía interesante, al menos para mí, que paso por ser un sujeto simple e impresionable. Me decidí a seguir leyendo cuando... 

 ...noté que la gota, hasta ese momento inmóvil, ajena, enganchada por su pie de fantasía a la columna caliza, me miró, quizá deslumbrada por la luz de la linterna. Con mala cara, todo hay que decirlo. Como si me acusase de cotilla y de metomentodo. Y decidió desprenderse de la columna y estallar en el suelo, situado dos metros más abajo, llevándose consigo el desenlace de la historia. 

Me agaché para ver si recuperaba algo, pero solo encontré letras dispersas húmedas y desordenadas, entre las piedrecillas del suelo. Las recogí con cuidado, las metí entre mis dos manos y las lancé, como si fueran dados, para intentar que se recompusieran y rematasen el cuento inacabado. Enfoqué con la linterna el resultado de mi intento y pude leer esto:

"Uuygsio nui nbagter mouerir, vdfte, hsyrtecal, Bihaytrnavb. Muatqwbaey, poetrvenxu de iaute, gatyerfipao. Kuuy. Abgetyr, jueoñmnfg, muryfatr. Bfarehyl, sn. Nhvzxsa eiu gbatyr npouie nuhdvs, muryfa fdnm." 

¡Imprevisto desenlace por lo sorprendente!, como debe ocurrir en todos los cuentos; el final solo se debe desvelar en los últimos párrafos, o no desvelarse y dejar planeando dudas. Me gustó tanto que lo volví a leer, esta vez con mayor atención por si se me escapaba algo. Pero no, continuó siendo el mismo, imprevisto y original final. "Mi" final, el que yo había interpretado, tan libre como otro final cualquiera. Feliz, me dirigí hacia la salida, procurando no pisar, desbaratándolas, aquellas frases blancas que ya siempre quedarán en mi memoria y en la de la cueva.

Afuera, miré al pino de los dos troncos y apagué la linterna. Su luz ya no era de ninguna utilidad.

(Foto: gota en la cueva de Mayrena) 


lunes, 5 de diciembre de 2011

La horca


Ginés “tres tahúllas” acaba de llegar de la era. Ha dejado la horca, con la que ha estado aventando el trigo, apoyada en el muro de la almazara. Antes de reanudar la faena, almuerza magro con tomate sentado en el poyo de la puerta, bebe agua recogida de la cieca en una frasca de cristal embutida en traje ceñido de atocha y le da tientos a la bota de vino de Bullas. 

Hoy la era es una pista de tenis desvencijada, el trigo dejó paso a cuatro generaciones de cultivos diferentes, “tres tahúllas” lleva lustros convertido en terrón de tierra y la almazara apenas conserva su carcasa. Solo permanece la horca, mostrando orgullosa su cuerpo estilizado e indestructible de madera de alatonero.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Cinco pétalos (Concurso Paradela de Coles - Diciembre 2011)


Cuando tú no existías, yo subía al monte a buscar flores anónimas de jara. La flor de jara tiene cinco pétalos, y en el juego ingenuo del “me quiere, no me quiere”, siempre te da la respuesta que anhelas: “me quiere”. Yo practicaba el juego aun sabiendo -o porque sabía- el resultado de antemano; y volvía a mi casa con una sonrisa en los labios.

Un día me crucé contigo. Olías a jara. Dos miradas. Dos sonrisas. Y dejé de subir al monte a buscar flores de jara amañadas. Esa frase tan sencilla y que tanto me cuesta pronunciar, un “te” seguido de un “quiero”, surgía espontánea cada noche, como un susurro, de mis labios y de los tuyos, mientras nuestras pieles se fundían anegando sus fronteras.

Hoy, aquel susurro solo brota de mi garganta. Y rebota cada noche en tu espalda indiferente. Sé que el "te quiero" te lo dicen también otros labios, quizás tan sinceros como los míos, y que tú recoges las dos palabras y las devuelves como ayer hacías conmigo. Nadie me lo ha contado, pero hay pétalos que no mienten.

Por eso he vuelto al monte de las jaras. Ahora, cada pétalo lleva escrito tu nombre. Cojo una, dos, cien flores, las deshojo delicadamente y siempre obtengo la misma respuesta: ¡Me quiere! Sé que mienten, pero vuelvo ilusionado el día siguiente a recolectar las nuevas flores nacidas de madrugada. Y siempre, su mentira final que me obstino en creer.

Una noche, pronto, encontraré vacío tu lado de la cama. Siempre olerá a ti, a jara y monte. Colocaré sobre tu almohada mi última flor, esta vez con mi nombre escrito en cada uno de sus cinco pétalos. Y la dejaré allí, mezclada con tu esencia, por si apareces una madrugada y quieres deshojarla. No me importa esperar, ya sabes cuál va a ser la respuesta, esta vez real y surgida desde lo más profundo de lo que queda de mí.


(Foto: rosa del azafrán, tomada del blog Paradela de Coles. Esta flor tiene 5 + 1 pétalos, nunca debe ser elegida en el juego del mequiere-nomequiere, a no ser que deseemos no ser queridos, que a veces ocurre)