jueves, 19 de diciembre de 2013

En el metro (cuento de navidad y 2)

(Continuación)

El hombre llegó hasta donde yo estaba. No pudiéndome refugiar en periódico o móvil, opté por fijarme atentamente en el recorrido de la línea circular impreso sobre la puerta situada frente a mí, línea circular que me importa un comino y que nunca voy a coger; un hacerme el sordo para tapar mi conciencia ya bastante insonorizada. 

Y sucedió algo. El negro introduce su mano en uno de los bolsillos del desgastado chándal azul, rebusca en la profundidad casi vacía, extrae un par de monedas y las deposita con dignidad en el pocillo de mi paisano blanco. Resuenan como punzadas en las miradas soslayadas de los viajeros, que pronto vuelven a sus quehaceres; son esas circunstancias que te remueven unos instantes y luego olvidas. 

Llego a mi estación de destino, salgo al andén. A mi espalda suena un crujir de puertas que se cierran, un estremecimiento de metal, el rozamiento de las ruedas sobre los raíles al alejarse, el silencio. Delante, el corto pasillo y más allá, el chirrido monocorde de la escalera mecánica que me vomitará –o me defecará– en unos minutos sobre la acera inundada de lucecitas, belenes y villancicos hipócritas.

(Foto: el metro sale de la estación)

lunes, 16 de diciembre de 2013

En el metro (cuento de navidad 1)


Sucedió un día cercano a la navidad. O no; quizá sucedió otro día cualquiera. Yo viajaba en el metro desde no sé qué estación hasta no sé cuál otra, los orígenes y los destinos siempre son inciertos, agazapados. Apoyada mi espalda en el lateral del vagón, de pie, no me gusta sentarme. Frente a mí, un negro (sí, un negro, me revienta que se los llame subsaharianos, son negros a mucha honra, no sé cómo soportaríamos los blancos que ellos nos llamasen suprasaharianos) agarrado a la barra central, chándal azul muy usado, aspecto desaliñado, bolsa sucia de plástico al hombro. Maliense, o senegalés, o nigeriano; en cualquier caso –pensé– un sin papeles con los pies aún húmedos de mar, tristeza, inquietud y esperanza. 

Cavilaba sobre estas cosas –en el metro cavilo mucho– cuando ví acercarse por el otro extremo del vagón otro hombre también desaliñado, también embutido en un chándal también azul y usado, también con una bolsa sucia de plástico al hombro. Solo que este era blanco y de mi tierra, su acento castellano lo pregonaba. En su mano derecha, un pocillo metálico que sacudía mientras caminaba hablando algo de parado, de sin trabajo, de solidaridad, de dos hijos que alimentar, de qué sé yo, a veces cierro los oídos para fingir que no oigo. Se me acercaba ante la indiferencia del resto de los viajeros del vagón; unos se embutían aún más en su smartphone, otros fingían leer el diario, alguno se echaba el móvil al oído para simular una charla inexistente, otros le daban descaradamente la espalda; cualquier excusa era buena para negar una ayuda al hombre, sin duda necesaria.

(Continúa)

(Foto: el metro entra en la estación)

sábado, 14 de diciembre de 2013

miércoles, 11 de diciembre de 2013

domingo, 8 de diciembre de 2013

miércoles, 4 de diciembre de 2013

lunes, 2 de diciembre de 2013

Buscando el final del túnel (1)


(Nota: he eliminado la posibilidad de hacer comentarios mientras dure mi búsqueda del final del túnel porque aquí abajo no se ve ná, no se puede leer, ni se escucha, ni quiero desconcentrarme mientras busco y busco y busco esa lucecita de salida o ese brote verde. Pido disculpas y sigo escudriñando oscuridades durante todo este mes de diciembre, a ver si los encuentro o continúan las mentiras de siempre. Taluego)