jueves, 19 de agosto de 2010

El relevo


Míralos. Míralos cómo se acercan. Caminando tranquilos, en línea, balanceando con chulería los brazos, con una sonrisa estúpida dibujada en sus rostros impersonales y el hilillo de la insaciabilidad colgando de sus colmillos afilados. Portando en la mano gruesas carteras de color negro llenas de promesas que no piensan cumplir. Gordos. Sebosos. Pensando ya en el reparto de puestos, de prebendas, de coches oficiales, de sillones que pegarse al culo, éste pa mí, ése pa ti. Ya corrompidos unos, otros por corromper a gusto, dame. Ya llegan, chaqueta oscura modelo cuervo incapaz de ocultar sus prominentes barrigas, corbata de colores manchada con la grasaza de la última comilona, zapatos impolutos de charol que no saben lo que es andar un camino polvoriento ni quieren saberlo.

Al verlos, mi hijo, asustado, me pregunta:

- Padre, ésos... ¿quiénes son? -

- No te asustes, hijo - le contesto - Son... los que vienen a relevar a los otros... -