domingo, 27 de marzo de 2016

La hora robada

Chronos piensa que por ser el dios griego del Tiempo puede hacer lo que le dé la gana. ¡Me ha robado una hora esta noche!. Ha tomado el reloj de arena de la mesilla y ha sorbido sesenta minutos de mi tiempo por puro capricho, sin preguntar. Dejó por un rato de comerse a los hijos de Rea y de servir de modelo a Goya para echarse un chupito de arena mientras yo andaba en los brazos de Morfeo. ¡Exijo! que me devuelva la hora robada, y la arena, que recogí este verano en una playa catalana, o que se atenga a las consecuencias.

jueves, 24 de marzo de 2016

miércoles, 23 de marzo de 2016

El semanasantáforo

Inspirado en el hortera-absurdo-acomplejado-vergonzoso "semáforo paritario" propuesto por el equipo municipal de la ciudad de Valencia, he diseñado este modelo de semáforo que complementa el "semaforortera" valenciano, añadiéndole un nuevo elemento para que lo instalen si eso las ciudades que tengan procesiones durante esta Semana Santa. Lo denomino "semanasantáforo". Mi intención es que no solo no se discrimine a las mujeres, sino tampoco a los nazarenos. Ahora estoy trabajando en otros modelos semaforiles para que tampoco se sientan discriminados los gays, lesbianas, ancianitos, ancianitas, disminuídos físicos, niños, niñas y paseadores y paseadoras de perros y perras.

martes, 22 de marzo de 2016

Un mes

Hoy hace un mes murió Mariajesús, "Paradeliña". 

Unos cuantos de sus amigos bloqueros nos comprometimos a recordarla en esta fecha, publicando algo en nuestras respectivas ventanitas virtuales. Sé que algunos lo habéis hecho. Y yo no quiero ser menos. 

Una de las muchas iniciativas de esta inolvidable galleguiña consistió en organizar un concurso literario entre sus comentaristas. El concurso consistía en tomar una o varias fotos de las que publicaba en su blog y redactar cada semana, durante un mes, un relato breve inspirado en las fotos. Luego seleccionó un relato de cada participante y editó y nos regaló un precioso libro recopilatorio. Yo escribí un relato, con motivo de aquel concurso, que creo refleja muy bien el carácter de esta mujer tan independiente, vital y rebelde. El relato lo llamé "el tornillo" y me lo inspiró una foto que publicó Mariajesús de ella hurgando en el depósito de aceite de su cortahierbas. Ahí va 


EL TORNILLO


Miré sorprendida la hierba de la parcela. Estaba muy alta, llovió mucho en primavera. Decidí segarla. Arranqué el corta-hierbas al quinto intento, como siempre, y comencé a arrastrar el ruidoso cacharro, arriba y abajo. Mis dos caballos, Chupa y Cisco, me miraban; siempre me miran cuando me ven zascandilear por allí. Olía a hierba segada.

¡Qué a gusto estoy en este lugar! Hace tiempo rompí amarras, dejé la ciudad, sus ruidos, sus prisas, sus malos humores, sus malos amores, su congestión, y me vine a vivir aquí, sola, ante la incomprensión general. —Estás "zumbá", te falta un tornillo— me decían. Aquí me he hecho huertana, mecánica, agricultora, ganadera, jardinera, hasta tengo una piscina para nadar unos largos. Y mis caballos. Y un perro. Y un tractor. Y cantidad de amigos para los que siempre hay un cacho de empanada, una botella de vino, una palabra y una sonrisa. Soy una mujer feliz.
En esas cosas iba yo pensando cuando las aspas de la máquina hicieron un ruido extraño, como de haber chocado con algo, y se caló el motor después de toser dos veces. Cisco no dejaba de observarme. Chupa no; me suele observar menos. Levanté el cacharro por un lateral y ví el motivo de la avería: un tornillo, grandote, había pegado contra las aspas. Lo cogí y lo miré pensando de dónde podía proceder ¿Del tractor? No, el tractor tenía todos los tornillos en su sitio.
Entonces recordé... me toqué la cabeza y, un poco por encima de la oreja izquierda, disimulado entre el pelo, palpé el hueco. Allí podía caber el tornillo. Lo aproximé al boquete, apoyé el borde, empecé a roscar, y comprobé que encajaba a la perfección. Apreté a fondo. Cisco y Chupa me seguían mirando, algo perplejos pero no tanto, están acostumbrados a verme hacer cosas raras. 

Con el tornillo ya apretado, mis pensamientos cambiaron. Me sentí más otra, menos yo, más grey, menos personal, más infeliz, más incómoda, peor... Me asusté. Sin dudarlo un instante, desenrosqué el tornillo y lo lancé violentamente por encima de la valla que me separa del vecino, el de las gallinas. Espero no volver a encontrarlo jamás (y no haber matado alguna gallina del tornillazo) Volví a arrancar el motor al quinto intento, como siempre, y seguí con mi faena, satisfecha, liberada y canturreando el veinte de abril de los Celtas Cortos. Cisco no dejaba de mirarme. 

 (Fotos realizadas por María Jesús y usurpadas de su blog "Paradela de Coles")

lunes, 14 de marzo de 2016

La frase

La frase resbaló, cayó del libro que leía al distraer ella su atención mirando el somormujo de la laguna inexistente. Las letras quedaron esfaratás, unas sobre su falda oscura ―las más livianas―, otras en sus pargates de cáñamo, algunas en el suelo alrededor de la silla de enea donde se sentaba la vieja. Las recogió con esmero y esfuerzo ―la artrosis―, procurando no perder ninguna. Las mezcló como mejor pudo, intentó recomponer la frase perdida pero le fue imposible. La frase había muerto o quizás ―pensó― había diseminado en los terrones resecos y germinaría allí algún día. Cerró el libro, alzó su mirada hacia la no laguna. El somormujo había volado.

lunes, 7 de marzo de 2016

Las bicis amarillas

Hace unas semanas han empezado a aparecer en mi barrio madrileño, amarradas a postes o vallas, una serie de bicis pintadas totalmente de color amarillo. La primera que vi me sorprendió. La segunda me arrancó una sonrisa. La tercera me hizo pensar en los porqués y en los quiénes.

Imaginé que se trataba de una nueva forma de expresión artística urbana, la obra de algún artista original y anónimo. Aplaudí su gesto. Es más estético y gratificante que pintarrajear y guarrear paredes ajenas con pintadas y graphittis sin ingenio ni arte (excepciones aparte, como el gran Banksy y dos más)

Tío gúguel ha aclarado mis dudas. No se trata de uno de esos locos imprescindibles (que aún existen), sino de la publicidad de una cadena de reparto de pizzas a domicilio, reparto que harán, creo, en bicicletas amarillas o rosas. En cualquier caso, enhorabuena por su campaña tan limpia, tan gratis y tan sin recurrir a llenarnos los parabrisas del coche y las farolas de papelotes que luego hay que tirar en papeleras que siempre están lejos. Les prometo que pediré una pizza como premio a esta forma tan simpática, original, eficaz y barata de publicitarse. Eso sí, que no le echen cebolla.