lunes, 19 de enero de 2009

El final de los cuentos

Nunca me gustó el final de los cuentos que me contaban de niño y que aún se siguen contando. La Cenicienta, Blancanieves, la Dama y el Vagabundo, etc… en todos ellos siempre triunfa la belleza, el dinero, el machismo. En estos cuentos, los personajes feos, bajitos y pobres son siempre los malos, jamás los vencedores. Y cuando vencen es porque, si son feos al final se vuelven guapos (el patito feo), si son pobres (la cenicienta) consiguen casarse con el príncipe más bonito, más rico y más azul, y si son ranas se convierten en príncipes maravillosos.

Y otra cosa ¿por qué la felicidad de toda mujer joven (y si es pobre más aún) consiste en convertirse en princesa, casarse con el príncipe más guapo y más rico de la región, irse a vivir con él a un castillo lleno de criados y tener cantidad de hijos?.

Desde aquí reivindico el derecho que tenemos los feos y pobres a pellizcar, aunque sea a contrapelo, un pedacito de esa felicidad que se nos niega. Pero para eso no quiero convertirme con una varita mágica en un príncipe rico y guapo, y casarme con una princesa, y hacerla mi esclava, y que me endiñe un hijo cada año entre lujos y ñoñería. Quiero que mi cenicienta, si existe, siga siendo cenicienta, y no pierda ningún zapatito de cristal para que luego lo encuentre un príncipe hortera. Prefiero que calce unas botas de campo y se venga conmigo a patear monte y a comer un bocata grasiento de sardinas en lo alto de un cerro, debajo de las estrellas.

Y siendo como soy sapo feo y sin dinero, tampoco quiero que me dé ningún beso una princesa cursi que pase junto a mi charca y me convierta en príncipe guapo, lleno de oropeles y padre de muchos hijos potenciales. Prefiero que la susodicha princesa se convierta ella en rana al besarme, y se venga conmigo a mi charca llena de otros sapos y ranas feos, gordos y cachondos, y que le cantemos cada noche una canción distinta a la luna, sin castillos, sin oros, sin carrozas, sin niños, sin zapatitos de cristal. Y sin perdices.

(Foto: el príncipe rano)

9 comentarios:

  1. Me encanta tu reflexión. Creo que es de lo mejorcito que he leído últimamente.

    A ver cuando me invitas a tu charca, yo tampoco es que sea de los príncipes, ni de los guapos, ni siquiera tengo "guita"... Eso sí, si te sobra alguna princesa o alguna sapa por ahí, me la mandas, que como vivimos a 500 metros el uno del otro, no tienes pérdida.

    Anda que vivir a 500 metros y venir a conocernos por Internet...

    Feliz Semana viejo!!!

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  2. Creo que lo que quieres decir es que cada uno debe conformarse con lo que tiene y con como es. Todo lo demás son pajas mentales y cuentos chinos, y estoy deacuerdo con eso, a mi tampoco me gustan los principes y las princesas, ni los de cuento, ni los de verdad.
    En todo lo demás estoy deacuerdo con Zoldar.

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  3. Zoldar, si quieres vamos a mi charca el día siguiente de tu fiesta de niños. No hace falta que te invite, te presentas y ya está. Seguro que hay alguna sapa golfa que te hará pasar un buen rato, en mi charca hay de tó. La próxima vez que vaya a nuestro pueblo te aviso, ya tengo ganas de ponerte cara.

    Tetealca, más o menos es eso lo que quiero decir. Pero no sólo que tenemos que conformarnos con ser como somos, sino que desde pequeñitos nos inculcan unos valores (belleza, riqueza) sin los que aparentemente no se puede ser feliz. Ser feo y pobre no se lleva. Y el tratamiento que se da a las mujeres en la mayoría de los cuentos clásicos es deprimente. Voy a ver si organizo una mani feminista por la Castellana de Madrid en contra de los cuentos infantiles ¿Te apuntas? Yo hago las pancartas.

    Dos abrazos, uno por mejilla, que diría el gran Sabina.

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  5. Bueno, en shrek la princesa se convierte en ogra y se va a una ciénaga. Parece que algo cambia.

    La segunda parte no la he visto.

    un herrerillo.

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  7. ¡Hola, herrerillo! No sabía lo de shrek, pero me alegro que a las nuevas generaciones os cuenten cuentos más "normales" ¿Te animas a hacer un blog? Sé que escribes muy bien y que tienes cosas que decir. Un beso.

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  8. Amoavé Diego. Yo no sé si seras un sapo verde gordo. Cachondo sé que sí. Pero aunque te de mucha rabia, que sepas que mal que te pese, tú eres un príncipe azul cielo como el que más.

    A mí me encanta pensar que podría ser una princesa rosa y darte un beso mágico para convertirte en un príncipe azul cielo para chincharte.

    Y como dice Mañana..., esos son cuentos para niñas. Sólo que yo no lo interpreto como ella.

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  9. Canela, si quieres yo te doy un beso a ti, luego tú uno a mí, y así sucesivamente hasta que tú te conviertas en rana (rosa si lo prefieres) o yo en príncipe azul (cachondo, por supuesto) Pero yo no me veo como príncipe, y a ti sí como ranilla de charca, las charcas para las ranas son como los mediterráneos para los humanos.

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