lunes, 18 de noviembre de 2013

El tic final


La enfermedad de los relojes, ya anunciada por los más aventureros, llegó y todos los relojes del mundo murieron. Las horas, los minutos, los segundos desaparecieron engullidos por el virus. Un tic final en cada esfera, en cada pantalla digital, que no fue acompañado por el tac de la continuidad (a cada tac sigue siempre un tic; pero no sucede lo mismo a la inversa: si después del tic no aparece el tac el reloj ha muerto, es así). El tic final. 

El caos inundó un Mundo cuadriculado, planificado, y la gente no supo qué hacer, angustiada. Todos los ojos se volvieron entonces hacia La Peña de Allarribotas, pequeña aldea serrana de la Región de Murcia (España). Allí vivía Ginés “el de la Usebia”, hombre mayor, breve, gorra calada hasta las cejas, tez morena surcada por el arado de mil soles, ojos pequeños vivaces. Tenía un don: conocía la hora, con la precisión de un longines, con solo olfatear el viento, mirar el horizonte del ocaso y musitar unos decires que nunca desveló a nadie. 

Ante la insistencia mundial construyó una atalaya en la era de su cortijo, subió a lo alto con la silla de enea y su móvil de última generación, se sentó y se dispuso a olfatear vientos y escudriñar horizontes. Desde allí contestaba whatsappeando a los millones de peticiones de hora que le hacían desde todos los rincones de la Tierra. Servicial, generoso, desprendido, nunca falló a nadie ni cobró un chavo por su aportación a la Humanidad. Solo se alimentaba de agua de la cieca y morcón con habas secas que le subía cada dos semanas su sobrino Andresico "el Cabernera". 

Un día dejó de contestar. Extrañada, la gente del lugar y de los lugares acudió en tropel al pie de la atalaya para averiguar qué ocurría. Millones. Andresico trepó a lo alto aunque no tocaba. Y allí encontró a Ginés “el de la Usebia” sentado en la silla de enea, muerto, con las ventanas de la nariz bien abiertas apuntando a los vientos dominantes y los ojillos mirando sin verlo ya el horizonte del ocaso. A sus pies había una nota escrita por Ginés en el papel que envolvía el morcón. Andresico la recogió, la leyó. “Tic”, ponía.

(Foto: mi peluco de tres esferas, dos analógicas y una digital, uno no se priva de nada, detenida cada una a la hora en que le entró el virus mortal de las horas perdidas)

22 comentarios:

  1. Este va en serio. , es muy bueno me impresiona, me quito el sombrero . Salve Diego los que te leemos te admiramos

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  2. Ojalá se enfermen de verdad para no enfermarnos nosotros con su vértigo...

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  3. Ese tic final le llega a todo y a todos, a veces por suerte y a veces por desgracia.
    Todo tiene que acabar algún día ¿no?.
    Besito tac para ti. Y para todos.

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  4. Yo quiero un Ginés en mi vida, tostado, generoso y amante del morcón. Ademas seguro que cantaba coplillas de las que a mi me gustan.
    Un abrazo y mis respetos por este bello y tierno relato, Diego

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  5. Tu peluco tiene ancha la frente, grandes ojos y boca implorante.
    Cúidate de él que, si lo piensas, da miedo.
    Toc. (En plena frente).

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  6. Pobre Ginés se enganchó al whatsap y murió por él. Mu complicao me parece tu peluco:))
    Buen relato.
    Un beso.

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  7. Hala, Iota, t’has pasao, tampoco es pa tanto... :)
    Sí, Darío, el reloj es el peor de los parásitos del hombre.
    Gata, a ti te quedan aún muuuuchos tac que disfrutar. Te mando tres: tac, tac, tac.
    Clara, Ginés cantaba y bailaba pardicas y gandulas (los bailes de su tierra) como naide.
    Paradeliña, mi peluco da miedo a los demás: como arma arrojadiza no tiene precio.
    Laura, el pobretico Ginés no tuvo más remedio que engancharse al guasap ese. Lo que le costaría al hombre...

    Mi peluco tiene su por qué: me lo regalaron unos amigos míos cachondetes cuando les comenté que en mi primer viaje a América no cambié la hora en mi reloj para saber qué estaría haciendo mi mamaita en cada momento. El peluco arrojadizo me permite conocer la hora en tres meridianos diferentes. Pero solo me lo pongo cuando quiero que me miren por la calle:)

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  8. Estoy de acuerdo con MariaJesús: la verdad es que asusta con esos ojos: tiene pinta de extraterrestre... por otra parte, sabiendo que es tuyo, no extraña. Edb
    Yo tampoco cambio la hora de mi reloj cuando salgo por allí pero por pura pereza jaja
    ¿Sabes?Tictac también son caramelitos pequeñitos ;)


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  9. Al menos murió con una buena panorámica...
    TAC

    abrazos, Dieguique.

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  10. Pues ese reloj parece humano, será que le has pasado algo de tu corazón generoso. Besitos, besitos

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  11. Qué pocos Gineses de la Usebia hay por el mundo!... Habría que hacerle un monumento :) "Saber qué está haciendo mi mamaíta" :D Te pega todo, papaíto :D

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  12. Desagradecido pa una vez que me quito er sombrero exponiendo la cabezabuque a los helaos vientos de la sierra del obispo durmiente vas y halaaaa

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  13. No es por pereza, Fram. Es por torpeza en el manejo de pantallas digitales, que nos conocemos :)
    Sí, Mariluz, la panorámica desde lo alto de la atalaya es bonica. Tac (siempre)
    El reloj es totalmente humano, Virgi. En vez de despertarme con pitidos suaves, me insulta.
    Esther, controlar a las mamaítas es importante, que últimamente andan desmadradas :)
    Iota, es que uno es mú humirde y de seguía se pone arrebolao :) ¿Sierra del obispo durmiente? Díme dónde queda que enseguida voy por allí para subirla.

    El peluco, aparte de las tres pantallas, las cuatro horas visibles, las tres pilas individuales, cronometra palante y patrás, da tiempos parciales, indica la fecha, el año, el siglo, es inahogable, soporta la mundial de atmósferas y camina solo por la mesilla. Su mayor defecto: no hay manera de perderlo.

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  14. Diego, posí que tiene propiedades el peluco ese tuyo!!
    Aún así, sigue siendo lo más feo en pelucos que he visto en la vida.
    Si no eres capaz de perderlo, mejor que lo metas en el fondo del cajón debajo de todos los trastos, a ver si se pierde él solito.

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  15. "Si no eres capaz de perderlo, mejor que lo metas en el fondo del cajón debajo de todos los trastos, a ver si se pierde él solito" Lo he hecho, gata, pero es inútil: sale, te lo juro ¡sale!

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  16. Además de feo e imperdible, va y te sale rebelde...jejeje...

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  17. "No es por pereza, Fram. Es por torpeza en el manejo de pantallas digitales, que nos conocemos :)"
    Vaya... me has descubierto. :D
    ¡Calla, canalla! No tiene porqué enterarse todo el mundo de que soy tan alérgica a la tecnología punta como tú a... Bueno... yo soy discreta Edb.

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  18. Como desveles mis alergias me vengaré regalándote el peluco extraterrestre :)

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  19. La sierra del obispo dormido?
    Adivina adivinanza, no la piso Sancho Panza

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  20. Respuestas
    1. Mercedes, estoy totalmente de acuerdo con tu última entrada en tu blog. Pero ya se sabe: lo burdo, lo inculto y lo mediático suelen triunfar sobre la calidad. La pela es la pela. Hoy me forro porque salgo en la telele y me da igual que lo que escribo (o me escriben, pues yo no sé hacerlo) no pase a la posteridad. Una pena que se fomente así la incultura. Yo te admiro por seguir en tu pelea de querer ser escritora de verdad, por encima y a pesar de toda esa mierda que nos inunda, y por haber tenido la valentía de haber renunciado a una profesión con la que vivirías muy bien, simplemente por amor a la literatura de futuro mucho más incierto. Beso literario (Te comento esto aquí por tu respetable decisión de no recoger comentarios en tu blog :)

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  21. EL TIC NUNCA ES EL FINAL, DIEGO, FALTA EL TAC..., ESE SI QUE SI ES EL FINAL.

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