miércoles, 24 de diciembre de 2008

María. Historia de (otra) Navidad


(Esto lo escribí hace un año. Y hoy vuelve a rebotar en mis oídos vacíos)

“El País, 24 de diciembre de 2007
Una indigente de 42 años de nombre María aparece muerta esta madrugada entre los cartones que le servían de cobijo”


Apenas cuatro líneas perdidas en la página 27 del diario, entre anuncios de colonias, de coches, de regalos, de invitación al despilfarro. María llevaba cuatro años en la calle, sola, arrastrando una historia que sólo ella conocía, que a nadie interesaba. En estos días en los que no se habla más que de solidaridad, de generosidad, de ayudar al menos favorecido, de manos tendidas... María murió sola. Aquí al lado, a dos pasos de mí.

Sola.

Bueno, no estaba del todo sola. A su alrededor había varios cartones vacíos de vino barato, unas fotos arrugadas de sabe dios quien, un hato de ropa vieja, colillas con su rabia grabada a mordiscos en la boquilla, desperdicios de su última comida, y unas naranjas quizás reservadas como cena de Navidad.

Es Nochebuena, han venido mis hijos a cenar conmigo. Nos reímos, hay alegría, calor, la mesa rebosa de platos de comida de todos los colores y sabores. Vino blanco, vino tinto, cava, sidra. Mientras saboreo mi duodécimo langostino y comienzo a pelar el siguiente me he acordado de ti, María. Han sido sólo diez segundos, y creo que hasta ha rodado por mi mejilla una lágrima hipócrita. Luego te he olvidado, como todo el mundo, como el periódico del día 26, como los cartones que hurtaban algo de frío a tus noches madrileñas, como la esquina que te servía de hogar, como tu recuerdo vacío. Y he seguido comiendo langostinos, y luego pavo, y más langostinos, y polvorones, y vino tinto, y vino blanco, y cava, y licores...

Sobre la tierra donde reposas sin nombre, sin lágrimas, sin flores cortadas, nacerá esta primavera una amapola solitaria, con sus pétalos impregnados de tu esencia, María.

(Foto: amapola en Miraflores)

4 comentarios:

  1. Joder tío, cuando escribes arañas las entrañas, y sabes dónde tocar. Qué historia más triste.

    Feliz Navidad

    ResponderEliminar
  2. Zoldar, últimamente ando serio y trascendente, pero te prometo que mi próxima historia va a ser más cachonda.

    Un abrazote y Feliz Navidad para ti también.

    ResponderEliminar
  3. Lo malo de la gente a la que sí le importan estas Marías, es que tienen que hacer ver que no le importan para poder enfrentar la vida día a día y no acabar loco por las tragedias ajenas.

    Con langostinos, o con lo que sea.

    ResponderEliminar
  4. Tienes tooooda la razón, Ender. Las marías siguen por ahí, cerca de nosotros, y seguimos sin hacer nada por ellas salvo apartar la mirada cuando pasamos a su lado.

    ResponderEliminar