lunes, 21 de febrero de 2011
El eclipse inexistente
Era el primer día del mes de Dü-l-qa’da de 1431 del calendario musulmán. Ese día, exactamente a las 9 horas y 35 minutos de la mañana, estaba previsto el inicio de un eclipse total de Sol. Los astrónomos hablaban de un eclipse único, irrepetible, el más importante desde la Hégira; la Luna nueva iba a ocultar completamente el disco solar, se iba a hacer la noche más absoluta, las estrellas iluminarían el cielo de la mañana, los búhos saldrían a cazar ratones nocturnos, los ratones nocturnos saldrían a ser cazados por los búhos, y ocurrirían todas esas cosas mágicas que solo ocurren en la clandestinidad de las noches más oscuras.
El país entero se paralizó para observar el eclipse de los eclipses. Desde las grandes ciudades la gente se desplazó hasta las cimas de las montañas más próximas, provista de anteojos, telescopios, adminículos, fildurcios y demás aparatos reales o imaginados para mejor observar el fenómeno astronómico. En los campos, en las aldeas, en los pueblos, en todas partes ocurrió lo mismo; nadie se quería perder el espectáculo.
Eran las 9 horas y 35 minutos, iba a comenzar el eclipse; según habían anunciado los astrónomos, la Luna negra empezaría a hacerse visible a esa hora por el borde izquierdo del Sol, e iría ocupando poco a poco el disco solar, hasta ocultarlo por completo a las 10 horas y 21 minutos exactamente. A esa hora la noche sería absoluta; cantarían los grillos y los gusarapos de las lagunas.
... Pero no ocurrió nada.
A las 9 horas y 45 minutos aún no había aparecido la Luna recortada contra el Sol, y la gente empezó a impacientarse. Pensaban: igual ha sido un error de cálculo, a veces los astrónomos se equivocan. A las 10 horas y 02 minutos, viendo que seguía sin ocurrir nada, la muchedumbre comenzó a arremolinarse, nerviosa. Hay quien propuso organizar una manifestación de protesta, y la mayoría culpaba a Zapatero, entre gritos de dimisión, de la no existencia del eclipse. Alguien llamó al Observatorio Astronómico de los Eclipses Mundiales y una voz autorizada le contestó que los cálculos estaban hechos con precisión, que las matemáticas rigen los movimientos del cielo, y que la Luna TENÍA que haber iniciado la ocultación del Sol a las 9 horas y 35 minutos.
A las 11 horas y 14 minutos, con un Sol radiante en el cielo, empezaron a abandonar el terreno los primeros observadores frustrados, rumbo a sus trabajos respectivos. A las 12 horas y 46 minutos ya no quedaba nadie en los montes, plazas o campos: solo miles de papeles de bocatas abandonados por el suelo, envases de cervezas y algunos preservativos. En el cielo seguía brillando un sol de justicia.
Los astrónomos del Observatorio Astronómico de los Eclipses Mundiales no lo podían creer; admitieron que algún fallo tenía que haberse producido en los cálculos: ¿un landa mal colocado? ¿un coseno de fi que tendría que haber sido tangente de fi? Ya daba igual, el fracaso se había consumado. Esperarían que la Luna apareciese el día siguiente, próxima al Sol, asomando su cuarto creciente como siempre ocurre tras las lunas nuevas. Pero no ocurrió; en el cielo del día siguiente al primer día del mes de Dü-l-qa’da de 1431 del calendario musulmán, el cuarto creciente lunero no apareció; sin más. Ni a los dos días, ni al mes siguiente. Ni nunca... Sencillamente, ¡la Luna había desaparecido!, para desesperación de enamorados, poetas, sapos y ranas.
Nadie encontraba una explicación; solo la Luna conocía el secreto. Harta de girar y girar durante millones de años alrededor de la Tierra, de ser tan predecible, tan esclava de las ecuaciones de su órbita y de las de los astros del sistema solar, de su falta de intimidad, se había rebelado, largándose. Modificó sus landas, sus fis, sus senos y sus cosenos, rompió las ataduras, lanzó una pedorreta y un corte de mangas a la Tierra... y se dirigió, a través de los espacios y porque le dio la real gana, a girar alrededor de Betelguese ("Bait al-Jauza", el hombro de Orión). Y por allí anda ahora estrenando cuartos menguantes, cuartos crecientes, eclipses, y recibiendo el canto enamorado de los poetas, sapos y ranas betelgeusianos.
Y dicen los que saben de estas cosas que todas las niñas que nacieron el día primero del mes de Dü-l-qa’da de 1431 del calendario musulmán tienen un lunar en el hombro derecho en forma de Luna llena. Pero no sé si creérmelo, ya sería demasiado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Y el Goya, al mejor guión original es para......."El eclipse inexistente"
ResponderEliminartachannnnnnnnnnnn
Y en represalia los pueblos árabes utilizan como símbolo la media luna...mientras esperan que la otra media vuelva para completar la luna llena y de una vez por todas se produzca el eclipse.
ResponderEliminarLo que está claro es que la Luna no cogió la tangente, que si no la pillan.
ResponderEliminarAdios mareas,
Esteve
Pues yo ese día quedé muy conteta, porque a primera hora había ido a comprarme un fildurcio y no fuí capaz de encontrarlo en ninguna parte. Y, ya que yo no podía ver nada, me alegré de que los demás también se quedaran sin verlo.
ResponderEliminarAhora es diferente: no sé cuándo sembrar, abonar o podar...
esta asturiana te da inmensas gracias por deleitarnos con este creativo y bello relato, un besin
ResponderEliminarNo sé, yo creo que la voluble luna volverá el día primero del mes de Dü-l-qa’da de 1432 del calendario musulmán. En el fondo añora a su Tierra ¿o no?
ResponderEliminar