Fue un quejido profundo surgido desde tus raíces sedientas al partirse tus últimas fibras de duramen en explosión seca; un clujío ronco y helador, semejante al de Munch si hubiera salido de una garganta humana. Luego la caída quebrando ramas ajenas, como intentando aferrarte a ellas, inútil, y el silencio final.
Me acerqué a acariciar tu herida.
No hubo más remedio, campeón. Sabes que soy un enamorado de los árboles, y de los pinos carrascos en particular. Sois duros como la piedra caliza entre la que crecéis, donde otras especies más exigentes son incapaces de resistir tanta austeridad. Sujetáis laderas en las que nada quiere vegetar, retorcidos, enanos, vivís con apenas unos vasitos de agua que el cielo os raciona con tacañería en estas tierras tan resecas, animáis paisajes grises con el color alegre de vuestras acículas, de vuestras piñas, cobijáis rebaños en los calores abrasadores del estío, sois juguete de los mitos que os recorren sin descanso, oteadero de mochuelos, soporte de nidos de currucas, y hasta aguantáis con comprensión a la incómoda procesionaria, empeñada en desnudaros buscando vuestro alma.
–Austeros, sí, pero no por gusto, no somos gilipollas, oye–, me decías y con razón. Si os dan agua y suelo como le damos a la noguera, podéis crecer tanto como ella, y superarla, y convertiros en auténticos campeones como tú lo eras.
Tu historia está grabada en los anillos de tu herida. Los centrales, una veintena, enjutos, estrechos, irregulares, son testigos de tus inicios espartanos, duros, cuando Mayrena era todo monte. Luego llegó el pozo, el agua, la reconversión, los bancales, el riego... y claro, tú, tan próximo a un agua que el cielo te negó siempre, extendiste tus raíces para sustraerla de la que tan generosamente se llevaban los albaricoqueros de la guincha de al lado, mucho más pijos que tú en exigencias. Y creciste y engordaste orgulloso, quedando esa época de prosperidad reflejada en el resto de tus anillos, anchos, brillantes, hermosos como trullos, y en tu altura que superaba la de todos tus vecinos arbóreos.
Luego el progreso, las nuevas técnicas, el ahorro de agua, de electricidad, lo moderno... ha podido contigo. El bancal del que te alimentabas fue excavado para convertirlo en balsa para el nuevo riego por goteo, y esa excavación cercenó tus raíces ladronas pero honradas. Nadie se dio cuenta al principio, no te quejaste, intentaste volver a sacar el agua de la reseca ladera con tus viejas raíces de juventud. Pero era poco líquido para tanto cuerpo. Tus acículas fueron marroneando, tu corteza desgajándose, los pájaros huyeron de tus ramas, te secaste y amenazabas con caer sobre la balsa quizás en un intento de beber muerto el agua que dejamos de darte estando vivo. Y de jodernos la balsa, claro, que costó un pastón.
Fue necesario, campeón. Te amarramos a otro pino para que cayeras contra natura, hasta en esto te fallamos, debe ser triste que ni siquiera te dejen morir hacia el lado que deseas morir. Te herimos con el "motosierro", dándote bocados, mordiscos por aquí y por allá, partiste la cadena en un último dentellón de resistencia a desprenderte de la cuña definitiva...
...y entonces escuchamos tu último clujío, que en mis oídos sonó como un ¡¡¡cabroneeees!!!
Al acariciar ahora tu herida de más de sesenta anillos, te susurro, por si te sirve de consuelo, que has sido el padre y la madre del bosquecillo que nace a tu pie y que ahora crecerá con más luz, que tu abundante madera va a calentar muchos hogares, que has sido mi confidente durante años sentado junto a tu tronco, que fuiste cuna de cientos de pajarillos... Pero sé que te da igual lo que te cuente, ya pasas de todo y, si pudieras, creo que me talarías también a mí por los pies para que me enterase de lo que cabrea que te hagan esa putada.
(Fotos: 1 el momento del clujío y el hombre del "motosierro"; 2 los anillos; 3 el bulldozer; 4 el pino seco; 5 la cadena mordida)
Su tocón rezumando lágrimas de savia durante años, la ausencia de su tronco acogedor, el silencio sin pájaros para escuchar tus confidencias te volverán amarga el agua de la balsa y el sabor de los albaricoques cercanos: serían su maldición y su venganza si los árboles tuvieran estas reacciones humanas. Te salvas de ellas y de la de sus retoños por eso, porque ellos, los árboles son generosos. Pero no te salvarás de tus-sus recuerdos. Y duele: lo sé. Me pasa con el tocón de mi difunta encina; ella murió de "la seca"... o ¿fue la proximidad de la piscina con su muro de hormigón negándole el agua?...
ResponderEliminarAlgún día, les crecerán patas en vez de raíces y se largarán todos, lejos de los humanos depredadores.
La putada, nos la hacemos a nosotros mismos.
Lo siento. Por él.
Bueno... vale... por ti también. ;)
Beso.
¡Joé macho!
ResponderEliminarMe has dejado con la garganta como seca, sin poder articular fonema. Vamos, que por un momento he pensado que la carraspera estaba en los dedos como pensando que no podría escribir.
Deseo, al menos, que todo lo posible de su "cuerpo" se quedara ahí compostándose para alimentar a Mayrena.
Abrazo ronco,
Esteve
ESas heridas que no podremos cicatrizar. Un abrazo.
ResponderEliminarDuele, Diego.
ResponderEliminarSé que duele, pero a vveces no queda más remedio.
No sabes el desasosiego que me dan estas cosas. Aunque sean necesarias y el árbol esté a punto de morir, es triste verlo.
ResponderEliminarMenos mal que lo has explicado bien, así parece que hay rezones convincentes.
Un beso, se te extrañaba, que lo sepas.
Requiem por el mayrenero pino carrasco
ResponderEliminar76, tenía 76 anillos. Y murió de pie. Orgulloso, altivo. Valiente, y como los héroes, no le importó, en su último crujío, enseñarnos a morir......
ResponderEliminarHola a todos y feliz año :)
ResponderEliminar¡Qué pena que un árbol así muera! quizás en su lugar crezca otro con las raíces buscando agua en otro lugar, aunque quede más pequeño. Me ha recordado al Negrillón de Boñar, el pueblo de mi abuela..
Un beso para ti, Diego :)
Besos para los demás :)
Framboise, Esteve, Darío, Mariajesús, Virgi, Anónimo, Pedrice, Ana María, gracias por haber pasado por este sitio. La semana que viene me sentaré en el tocón, y me mancharé los pantalones con los últimos restos de su resina. Miraré la balsa y me agradecerá el arboricidio, ella se ha salvado de la caída; unos mueren para que otrios vivan (¡snif!)
ResponderEliminarEl grito de Munch se materializa En el silencio de un museo o una sala de exposiciones. Es tal su fuerza que se convierte en sensacion de angustia intensa, desgarradora e inolvidable. Y se pregunta uno como un lienzo puede representar tan vividamente al hombre perdido ante la incomprension de su destino,ante la inmensidad de una Creacion aun inacabada.
ResponderEliminarSi el crujido de tu pino carrasco lo has relacionado con el "grito", no seria tan raro que te hubiera mantenido despierto mas de una noche y que quisieras pelearte con lo inevitable.
Pero vamos a mirar con paciencia, mucha paciencia, el lado GLORIOSO de tu talado tronco carrasco.
¿Y si dentro de un millon de años
(xoder que burrada)mientras tu flotas por los espacios siderales te encuentras que lo que quedó de tu tronco carrasco se agarro fuertemente a la tierra resistiendo grandes riadas e incluso algun sunami (oye que en Murcia ya estuvo el mar eh?),¿y se ha convertido en una enorme y preciosa ágata con anillos de colores brillando con el sol? haciendo de your beloved Mayrena un tesoro para la eternidad.
Me enrollé lo siento ,tan apasionante es tu relato.. Gracias Diego me ha encantado
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ResponderEliminarLo siento, para mayor inrri se a repetido el rollazo y no se como borrarlo si puedes hazlo tu PF Un abrazo
ResponderEliminarBueno, Mayrena ya es un tesoro, no hace falta que espere un millón de años :) El grito de Munch es de pánico, el del pino es de cabreo :) Ya borré tu segunda intervención Iota.
ResponderEliminarYa sabes el trato: por cada pino que te cargues (aunque este se cargó él solito) tienes que plantar 100. (Ya sé que lo haces) Beso entre nieblas :)
ResponderEliminarYo me quedo con el último mordisco que le dio a la cadena y con la imagen de un tocón que siempre será asiento Carrasco.
ResponderEliminarSaludos y besos a ambos
Esther, ya he plantado 27, voy cumpliendo mi penitencia :) Las nieblas siempre se disipan.
ResponderEliminarCarolina BB, me encanta ver que reapareces ¡bien hallada! :)El mordisco no estuvo mal, era un pino rebelde.
Por lo que cuentas y me contaste, era necesario talarlo pero se nota que te ha dado penita. Ahora calentará las noches de los frioleros.
ResponderEliminarLe has hecho un bonito homenaje.
Besicos
No consuela saber que unos deben morir para que otros vivan. Ni a él ni a nosotros. Pero sí, es lo que hay. Y ahora también hay un asiento con vistas espectaculares -me supongo- pero sin sombra... ¡¡no te jode!!
ResponderEliminarUn abrazo grande, niño