lunes, 11 de marzo de 2013

Fumata negra (1)

El Papa había muerto. Tras los funerales, los Cardenales fueron acudiendo a la Sala General de Cónclaves del Vaticano, anexa a la Capilla Sixtina, para recluirse y elegir a quien sustituiría al Pontífice fallecido. Entraron uno a uno por riguroso orden alfabético de la lista que recitaba el Listero Mayor de los Cónclaves. De la lista solo faltaba Monseñor Whinehouse, arzobispo de la Diócesis de Dikitingfly, que no había podido acudir debido a su edad avanzada –97 años– y por hallarse indispuesto esos días, aquejado de un fuerte ataque de gripe. 

Detrás de los Cardenales entraron en la Sala el conjunto de Servidoras que debían atenderlos en sus necesidades domésticas durante la celebración del Cónclave (comidas, ajuar, limpieza, etc.) Se trataba de monjitas de la Congregación de las Siervas de Cardenales Papables. Nadie más podía acceder al recinto durante el tiempo que durase el Cónclave, según establece el Reglamento General de Celebración de Cónclaves.

Cuando hubieron entrado todos, Cardenales y Siervas, el Portero Mayor de Sala cerró con tres giros de llave a la izquierda la enorme puerta de la Sala General de Cónclaves, que no podía ser abierta –por él mismo– hasta la designación del nuevo Papa. La gente se arremolinaba en la Plaza de San Pedro.  

Al anochecer, el Cura Principal de Cónclaves, que no asistía personalmente al conciliábulo pero se encargaba de informar al personal, tal como ordena el Reglamento General de Celebración de Cónclaves, apareció en un balcón para dirigirse a la muchedumbre y dijo con voz trémula por la emoción: 

–Hermanos: la situación del mundo es muy difícil y también lo es la de la Iglesia Católica, debido al materialismo que nos invade, la corrupción, la crisis que no cesa, la falta de fe. La designación de un Papa adecuado es esencial para el futuro de la humanidad entera. Recemos para que el Señor ilumine a los prelados reunidos desde hoy en Cónclave y que aquél a quien elijan sea el más capacitado para guiar el barco de la Iglesia con mano firme por los mares procelosos que navegamos en estos tiempos, hasta conducirla a un puerto seguro y luminoso. Esperemos la aparición de la fumata rezando con fe. 

La gente se arrodilló bajo la lluvia –llovía– y un sinnúmero de avemarías, credos y padrenuestros, en numerosos idiomas, brotaron de miles de gargantas buscando las alturas celestiales.

Cinco días después surgía la primera fumata: negra.

(continúa)

8 comentarios:

  1. Esperemos la continuación. A ver qué se te ha ocurrido esta vez, Diego... :)

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  2. ...Pues... Digo como Esther: "A ver con qué nos sorprendes..."
    Besos sin humo.

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  3. El 13 remato la historia, quizás al mismo tiempo que oigamos el "¡habemus papaaaaam!" :)

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  4. Tranquila la plebe.
    Esta vez toca chino. Están en todos los lados.
    Y a no tardar, la columnata de Bernini, se convierte en un todo a euro.
    Va a ganar mucho la Curia, si......

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  5. Y no saldrá la fumata blanca hasta que todos los reunidos hayan satisfecho, gracias a las siervas, todas sus necesidades...de comer y beber.
    Que siempre a las orgías siguen las penitencias: orgías dentro, penitencias fuera. Don Carnal y doña Cuaresma, que estamos en camino de uno a otra.

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  6. Anónimo, ¿el chino? Yo prefiero uno de los norteamericanos (no sé su nombre) me parece el más cachondo, el menos divino, el más humano, el más juanveintresesco.

    Mariajesús, eres intuitiva, mañana dirán que he plagiado tu idea :) Y no saben que lo que hay es química entrambos. Bendiciones y fumatas blancas desde Caravaca hasta Paradela.

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  7. Quizá haya sido el último Papa...

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  8. Holas...

    Pues con la de ceremonias y pasos que deben de hacer te va a salir un culebrón, Diego.

    Cuento una que no sé si se hace. Se ve que en la lista de Papas se les han colado una o más de una mujer y resulta que se montaron una silla con agujero en plan retrete para comprobar pa(l)pablemente que sea hombre.

    Osculum para Ana María.

    Abrazo (sescribe igual masho) para Diego.

    Salutatio a tod@s.

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