lunes, 14 de marzo de 2011

A veces


A veces me gusta sentarme frente al teclado y dejar que mis dedos tecleen lo que les transmita mi cabezota, tan confusa últimamente, sin pasar por la razón, rozándola apenas; la razón suele ser mala consejera para las cosas de la espontaneidad. Hacer míos sentimientos ajenos, meterme en otras pieles, oculto, y observar el espacio desde un interior que no me pertenece. Y luego darle a la flechita sin revisar siquiera, sin saber si lo que digo es coherente o no, sin importarme que lo sea o no, sin revisar puntuaciones, comas o faltas ortográficas.

Imaginar que estoy del otro lado de la barra, cansada después de todo un día de sonreír, a menudo por simple amabilidad, de servir copa tras copa, de soportar a pelmazos que se empeñan en contarme su vida. Poner por fin mis botas cansadas sobre la mesa de la que se acaba de levantar el último cliente y servirme un pelotazo de mi ginebra preferida con dos rocas de hielo; a solas conmigo, con mis recuerdos, antes de echar el cierre hasta mañana y marcharme a mi casa, pisando con esas mismas botas las hojas ocres del invierno que me traen tantos recuerdos.

Volver a mi casa, después de un mes de ausencia, y recuperar su olor, su entorno amarillo, sus nubes, sus armarios, sus habitaciones, mi sofá, mi último libro abandonado sobre la mesilla de noche, que tendré que volver a comenzar (olvidé el argumento, los personajes; la vida va tan deprisa...). Y comprobar que no me importa demasiado que los ladrones hayan hecho una visita aprovechando mi ausencia; hay algo que nunca me podrán robar: mis sentimientos.

Calzarme los zapatos de baile y tratar de cogerle el tranquillo a ese fandango que se me resiste, que no consigo enlazar como debería si solo me impulsa mi pasión por el baile; la técnica es imprescindible. Pero con el convencimiento de que un día lo lograré, sensualidad es algo que rezuma por cada poro de mi piel de mujer andaluza.

Hablarte en la distancia con distinta entonación, por encima del mar que nos une; los mares nunca separan. Y leer los retazos de poesía que siempre te acompañan, estoy convencido de que tu hablar es musical, como lo es el de tantas personas de tu continente, tan próximo y tan incomprendido a veces.

Notar tu amor a un nombre, a una sangre joven que se alejó un día, dejando tu corazón herido para siempre; debe ser durísima la experiencia de nadar y nadar en el vacío sin llegar a ninguna orilla, aunque los demás la veamos cerca de ti y te animemos para que la alcances.

Mirar a través de los agujerillos claros en tus horizontes oscuros; volar, o caminar hacia ellos, asomarme para ver qué hay detrás, y contártelo. Y luego traspasarlos aunque no esté seguro de lo que esconden, lo importante es no quedarse parado, que nadie te pille desprevenido o vencido. Siempre hay algo que no conocemos y que sin duda merece la pena ser conocido.

Diluirme en tu ron y en tu maría, arroyos que te dan vida y te la quitan, en tu sangre y en tu lengua, acariciarte desde dentro como te acaricié desde afuera, y asomarme a tu mirada para conocer el secreto de su sonrisa permanente.

(Foto: teclado y pantalla de mi ordenata del pueblo)

9 comentarios:

  1. érase una vez un hombre apasionado de la vida al que le gustaba escribir , manaba poesía que dedicaba a quien la quería leer.
    Érase una vez hombre...
    Se te quiere.

    Maria

    ResponderEliminar
  2. Hola, Tarita ¿te has reconocido? A veces no viene la frase y hay que recurrir a retocar textos antiguos. Como en este caso a algo que escribí en Infojardín hace un par de estaciones ¿Cómo marchan tus tomaticos?

    ResponderEliminar
  3. Si Diego, me he reconocido y he reconocido, a mi nunca me viene la frase soy negada buaaa.
    Los tomatitos guardados llueve bastante.
    Estoy contenta, ¡¡¡ mi Juan ha encontrado trabajo!!!!, vaya tres meses que hemos pasado, la dieta de la pasta adelgaza lo afirmo.

    besitos

    ResponderEliminar
  4. Érase una vez un hombre muy querido...

    Reconozco muchas cosas ahí, algunas de las de mis últimos nueve meses.

    Qué bonito escribiste en ese momento y sigues escribiendo Diego.

    Un beso

    ResponderEliminar
  5. Como siempre, Diego, precioso, inquietante e increíble.

    ResponderEliminar
  6. Clara, cuando tengo que decir algo a alguien que no sé si le va a afectar, procuro meterme en su piel para ver cómo reaccionaría yo si me dijesen lo mismo. Es como el “antes de decir algo a alguien piénsalo dos veces”. Yo la primera vez lo pienso desde mis adentros y la segunda desde los adentros de la otra persona. Un miau interrogativo desde mi tejado de teja árabe ya algo deteriorada y llena de epifitas.

    Paradeliña, yo estoy en un foro de jardinería (Infojardín) desde hace algunos años. Allí he conocido a gente con aficiones parecidas a mías con las que he establecido relaciones de amistad y, por qué no, de cariño. Me ocurre lo mismo con el blog y con algún bloguero y bloguera. Es lo bueno, entre otras mil cosas, que tiene esto del Internet. El texto está dedicado a algunos de estos foreros, de ambos sexos, y a otro personajete que nunca lo leerá y que no pertenece al foro.

    ResponderEliminar
  7. GENIAL!!!
    Me quedo con la frase:
    "Siempre hay algo que no conocemos y que sin duda merece la pena ser conocido"

    ResponderEliminar
  8. Hola!

    No me acordaba, Diego.. releyendo tus entradas me he tropezado con esto :) qué palabras tan bonitas, gracias de nuevo por ellas, si te tuviera cerca no te librabas de un beso apasionado :)

    Tara, besos :)

    Besos a todos :)

    ResponderEliminar