lunes, 23 de mayo de 2011

La manipulación


La manipulación es algo cotidiano, habitual; nos soban, nos manosean, nos manejan, nos distorsionan donde quiera que vayamos. Se la practica desde la televisión, la prensa, la publicidad, la política, la iglesia, la familia, internet.

Su última novia lo había abandonado; le pasaba con todas sus novias: lo abandonaban cuando se les agotaban los tequieros reales y los fingidos. Más vale así. Buscando un relevo que aliviara su pena, recurrió a uno de esos lugares virtuales de relación social: “Timex. Encuentra el amor de tu vida. Relaciones serias. Regístrate por el módico precio de 59,99 euros”, rezaba su slogan en internet. Se registró; siempre había necesitado una última novia.

Decía llamarse artemisa 35. Aún no la conocía en persona; solo habían entrecruzado unos pocos mensajes intrascendentes a través de “Timex”, cuando le escribió citándolo en su casa a las doce de la mañana de ese mismo día.

–Ven a las doce, calle Panizo, 29 y tráete una cajita de “Gozamax”–, decía escuetamente su mensaje.

Gozamax, gozamax... pensó ¿qué será eso? Algo para el aperitivo, supuso; y se dirigió al hipermercado “Masbaratex”, cuya publicidad en prensa y televisión, exclama: “¡si no compras en Masbaratex es porque eres tonto!”. No le pillaba cerca de su casa, pero no quería que sus vecinos lo tildaran de tonto si lo veían entrar en el híper de la esquina.

–¿Tienen ustedes “Gozamax”?–, preguntó a la cajera.
–Pasillo del fondo a la izquierda, tercera estantería–, contestó señalando con un dedo indiferente, sin mirarlo.

Y hacia allá se dirigió, atravesando pasillos repletos de productos que se anunciaban en carteles colgados del techo, amarillos con gruesas letras rojas donde se leía “¡el más barato!”, y un precio debajo que siempre acababa en coma noventa y nueve.

Le extrañó que el pasillo indicado estuviera tan lejos de la sección de alimentos, no imaginaba qué se le podía haber antojado a artemisa 35. Llegó: colonias, pastas de dientes, maquinillas de afeitar, desodorantes. –Debe de ser algún tipo de colonia que le gusta–, pensó; y se puso a buscar entre lo expuesto, sin encontrar nada con el nombre de “Gozamax”. Cuando ya se disponía a irse después de escoger una colonia barata (“Brisa Irresistible” figuraba en su etiqueta) para rociarse antes de la cita, qué más le daría a artemisa 35 un perfume que otro, las vió. Las cajitas. Allí, colocadas una al lado de la otra. Con el nombre bien visible “Gozamax” en la tapa morada y, bajo el nombre, la imagen de un rostro femenino en pleno éxtasis.

–¡Leches!– exclamó –, preservativos, la cosa no se presenta mal–

Cogió una cajita después de mirar a uno y otro lado para comprobar que no lo veía nadie, a los hombres siempre les da vergüenza estas cosas. La escondió en el cesto, debajo de la colonia, y se dirigió a la zona de comestibles; quería llevar a artemisa 35 unos bombones, una botella de vino, algo. En el camino fue leyendo los cartelones que colgaban del techo. No se pudo resistir ¿Quién no compra unos pañitos para la cocina “Limpiex” cuando te ofrecen diez al precio de nueve, por “solo” (ponía en el cartel) 9,99 euros? ¿O un limpiacristales “Frotax”, que “se lleva hasta las cagarrutas de las moscas”, por “solo” 3,99 euros? ¿O dos pares de zapatillas “Relaxe System”, si la segunda te la cobran a mitad de precio y además te obsequian una pelotita de goma?

Mientras guardaba cola para pagar, rodeado de personas cada una con su pelotita de goma en la mano, miró de nuevo la dirección de artemisa 35, apuntada en un papel: calle Panizo, 29.

Era un barrio de chalets de dos plantas, con un jardincillo a la entrada; parecía de gente acomodada, le gustó. “Chez Martine, Masajes a los mejores precios. Discreción”, se leía en un cartel de letras doradas situado junto a la puerta del número 29. –Aquí es–, se dijo algo confuso por el cartel, que no entendió muy bien –¿No se llama artemisa 35? Quizá Martine sea una vecina suya fisioterapeuta–, pensó. Lo de la discreción, francamente, no lo comprendió. Pero daba igual, un posible nuevo amor lo esperaba tras aquella puerta. Miró la bolsa del “Masbaratex” que colgaba de su brazo, repleta de cosas inútiles, pero con los “Gozamax” a buen resguardo en el fondo, junto a la pelotita de goma.

Se ajustó la corbata, se echó un roción de “Brisa Irresistible” por el pelo, carraspeó un par de veces, y pulsó el timbre.

(Foto: un pasillo de Alcampo en Madrid)

6 comentarios:

  1. Jajajaja Hacía tiempo que no me reía tanto. Diego, ¡genial!
    Pero si me permites un consejo de ama de casa experimentada... para ir a la compra, te dicen los entendidos que tienes que hacerte una lista ( en tu caso... un listo jaja), dejar la tarjeta en casa y no ir en ayunas con el fin de no caer en todas las tentaciones jajajajaja
    ¡Muy divertido!
    Besote y gracias por arrancar la semana tan bien.

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  2. Hola!

    Así que Artemisa.. resulta que así se llamaba una en el irc por donde yo andaba hace miles de años :)

    Nos falta el final, hay que ver.. a saber lo que el pobre hombre encontró en esa casa, o si llegó a usar los "gozamax"; quizás por no usarlos lo dejaron todas las novias, no por los tequieros :)

    Me ha encantado este relato, Diego :)

    Besitos para tí :)
    Muchos besos para los demás :)

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  3. Por cierto, los Gozamax son una mierda: se rompen.

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  4. jajajaja ¿Se rompen? ¡¡¡si es que lo barato, sale caro!!!
    Me voy corriendo a comprarme unas "Relaxe System", no puedo resistirme, regalan una pelotita de goma ¡¡biennnn!!

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  5. Sí, Lordes, continuará... por desgracia.

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