La creación es el resultado de la unión de algo masculino con algo femenino y origina seres semejantes a sus creadores. La Creación dio lugar a los planetas, entre otros artilugios. Todo lo creado tiene que pertenecer, pues, al género masculino o femenino. Y los planetas, consecuentemente, también, por el mero hecho de haber sido creados. Hay planetas-macho y planetas-hembra.
Después de estas disquisiciones filosóficas que no sé si son un silogismo o una solemne gilipollez, paso a relatar algo que me sucedió hace unos años.
Andaba yo por esos montes leoneses buscando sapirujos y pensando en estas cosas de los planetas. Los sapirujos medran debajo de las hojas caídas de los robles y me gusta cogerlos mientras me miran con esos ojillos tan tiernos que tienen. Y de pronto, a mi izquierda, lo vi. El falo. El falo terráqueo que confirmaba mis teorías sobre la masculinidad de la Tierra. Me miró. Lo miré.
—¿Eres el falo de la Tierra? —, le pregunté.
—Sí —, me respondió, escueto.
—¿Y qué haces aquí, tan enhiesto?
—Estoy esperando a la Luna llena, bebo los vientos por ella.
Lo imaginaba. La Tierra, macho, enamorado de la Luna, hembra. Decidí retirarme para no ser indiscreto, no me gusta interferir intimidades. Pero al volver la espalda, el falo me llamó:
—¡Oye, oye! —me dijo con voz triste y suplicante—. La Luna ya no quiere hacer el amor conmigo; dice que ando contaminado con tanta mierda química, espiritual y política que invade el mundo, que ya no soy lo que era y que teme que la contamine. Y que, o me pongo un preservativo o no vuelve a regalarme sus caricias.
—¡Oye, oye! —me dijo con voz triste y suplicante—. La Luna ya no quiere hacer el amor conmigo; dice que ando contaminado con tanta mierda química, espiritual y política que invade el mundo, que ya no soy lo que era y que teme que la contamine. Y que, o me pongo un preservativo o no vuelve a regalarme sus caricias.
Recordé el famoso slogan de “póntelo, pónselo”. Rebusqué en mi mochila; suelo llevar preservativos por si surge, detrás de una mata, alguna pastorcilla ávida de mimos mientras yo afano sapirujos. Encontré uno junto al bocata de sardinas. Le quité el envoltorio y se lo coloqué con sumo cuidado. Me despedí deseándole buena suerte y seguí buscando sapirujos, tan escasos últimamente, sobre todo los de ojos violetas.
A las cinco noches había Luna llena, según el calendario de Lunas llenas que siempre llevo en el bolsillo. Yo ya andaba lejos del lugar. Miré al cielo para verla pero estaba oscuro. Y continué removiendo hojas de roble, indiferente.
Y de pronto, vi cómo una espléndida Luna llena, rezogante, feliz, hermosísima, satisfecha, asomaba a mi espalda por el horizonte ya lejano donde se hallaba el falo terráqueo. Me la quedé mirando, fascinado, nunca había visto una Luna llena más hermosa. Y hasta me pareció oír, mientras se elevaba majestuosa sobre el horizonte, y traído por los bichos de la noche, el eco masculino de un ¡gracias! que desde entonces sigue resonamdo en mis sienes cada noche de Luna llena.
(Foto: Seta “Phalus impudicus” en una sierra leonesa)
Tu texto es la prueba irrefutable de que el tamaño no importa, porque tienes que reconocer que el falo no se corresponde con las proporciones del Tierro (como es masculino…). Ahí estaba, espléndida de satisfacción, a pesar del profiláctico.
ResponderEliminarBonito cuento, y con mensaje; para las personas imaginativas basta una imagen para crear.
Feliz semana.
Cuando era pequeña, acompañaba a menudo a mis padres a buscar setas en el bosque y ahora entiendo sus advertencias:"¡Niña! no te alejes de nosotros, no te vayas a perder" Yo, inocente, pensaba que sería por el lobo de los cuentos... pero veo que en el bosque hay muchos sapirujos :D
ResponderEliminarPor mucho que diga Mercedes que el tamaño no importa, un poco... escueto el Tierro y tan lejana la Luna... pobrecitos...
Pero nada que no se pueda solucionar con arte e imaginación... cosas que aquí en la cueva no falta. :D:D
Leyéndote, los lunes son siempre un buen principio de semana,Diego.
Un abrazo para los dos.
Es el relato porno más hermoso jamás contado. Un abrazo.
ResponderEliminarY en la tierra has visto mejora? :D
ResponderEliminar¿Cómo es aquello de "pequeñito pero juguetón"?
ResponderEliminarBesitos :) :) :)
Sabes? yo también me encontré hace poco un falo por el campo (y lo fotografié con idea de ponerlo en el blog); no era familia de éste, pero era falo indudablemente. Así que, o la luna tiene más de un agujero, o ese falo no es el único que moja...
ResponderEliminarY el mar de la tranquilidad se desbordó todo...
ResponderEliminarTe estamos esperando para el concurso, apenas quedan unas horas. ¿Dónde te metes?
ResponderEliminarVolveré más tarde.
Yo siempre digo: "lo importante no es el tamaño sino el estar bien posicionado en el momento de darse la salida" Y si no, que se lo digan a mi Dani Pedrosa, pequeñito pero harto de ganar carreras gracias a sus buenos posicionamientos al iniciar la carrera. Y un falo en las montañas leonesas es, por principio, un falo bien posicionado para conseguir el éxito en su pelea por la luna, independientemente de su tamaño. En definitiva ¡viva el posicionamiento!
ResponderEliminarMercedes, por desgracia este mes no participo en el concurso. He estado ausente de los circuitos de internet (mal posicionado) y no me enteré del adelanto de la convocatoria. Lo explico en el blog de Paradela. Pero me vengaré el mes que viene :) Muchísimas gracias por tu interés.
Espero tu venganza con verdadera impaciencia.
ResponderEliminarGracias a ti.
Hola a todos :)
ResponderEliminarFíjate, no sabía yo qué era eso de "sapirujo", ahora, después de buscar un poco creo que ya lo sé :)
Desde luego un relato muy bonito, me encanta leer que la Tierra está enamorada de la Luna, y que pueden demostrarse ese amor a pesar de los impedimentos.
No sabía yo que las pastorcillas que desean mimos andaban detrás de las matas, habrá que hacerse pastorcilla en tal caso :)
Un beso en una mata, Diego :)
Besos a los demás :)
Tremendus deliriums. Genial, nen genial
ResponderEliminarLa tendrás, mMrcedes, la tendrás...
ResponderEliminarAna María, tú que eres casta y pura, ten cuidado con los sapirujos cuando andes por esos montes. Con esos ojos tiernos que tienen son unos auténticos golfos.
¡Hola, Navaja! Bienvenido a esta cueva semiloca.