Ginés “tres tahúllas” acaba de llegar de la era. Ha dejado la horca, con la que ha estado aventando el trigo, apoyada en el muro de la almazara. Antes de reanudar la faena, almuerza magro con tomate sentado en el poyo de la puerta, bebe agua recogida de la cieca en una frasca de cristal embutida en traje ceñido de atocha y le da tientos a la bota de vino de Bullas.
Hoy la era es una pista de tenis desvencijada, el trigo dejó paso a cuatro generaciones de cultivos diferentes, “tres tahúllas” lleva lustros convertido en terrón de tierra y la almazara apenas conserva su carcasa. Solo permanece la horca, mostrando orgullosa su cuerpo estilizado e indestructible de madera de alatonero.
"tahúlla", "atocha", vino de Bullas... tú siembras y yo recolecto: palabras,sensaciones, entrega de siglos, llamadas a desaparecer si no fuese por el amor inquebrantable de algunos "terrones" y que brota tenaz en este paseo por tierra murciana que nos regalas hoy.
ResponderEliminarUn abrazote, caravaqueño.
En el mundo cambiante, incluso en el mundo sencillo de rutinas, reconforta que haya cosas que permanezcan inalterables, casi eternas.
ResponderEliminarPrecioso texto, descriptivo hasta llegar a paladear el vino de Bullas en una tarde calurosa de septiembre mientras el olor a heno todo lo impregna.
Precioso!
Un beso
...y por supuesto Pulgares arriba!
Preciosa recuperación del tiempo. Del idioma. De la vida de antaño.
ResponderEliminarQue pena que el viento y el progreso se lleve tantas cosas que formaron parte de nuestras vidas. Muy bien descrito.
ResponderEliminarDiego quería darte las gracias por tu voto en el concurso de Paradela. Me hizo especial ilusión.
Un saludo
¿Y lo bien que sienta un belmonte después de ese magro con tomate, regao con vino de Bullas y agua de la cieca?
ResponderEliminarYo que soy más marinera he tenido que tirar del DRAE para saber por donde tiraba el "tres tahúllas".
Especialmente emotivo este relato :)
dos abrazos
.... Y la fanega, y el celemín, y el trillo, y la collera, y el par de mulas, y el Aniaguero, el rasero, y el bálago y el arel, y la bota, y la abarca y el romero, el carburo y el candil......
ResponderEliminarCuantas cosas se han ido, cuantas... ni mejor ni peores, distintas.
Tal vez más entrañables....
Habría Diego, tanto que escribir.....
Pedrice
Hola!
ResponderEliminarQué bonito, Diego, que recuperes y nos descubras (o redescubras a quien los conozca) esos términos y esos usos; nos trasladas con tus fotos y tus palabras a otros lugares, que en mi caso siento bastante lejanos.
Un beso especial para tí :)
Besos para todos :)
Yo recuerdo algunas de estas cosas en algunos cortijos a los que fui de la mano de mi padre. Luego aquí en Jaén hay un museo de Artes y costumbres que pude ver un montón de cosas de este tipo. >La primera vez que lo vi me trasladé en el tiempo, como ahora al leerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Diego.
ResponderEliminarYo echo de menos los olores. El olor del trigo en sazón, el olor de la paja quemada, el de la manzanilla, el de la ropa lavada,el de las manzanas en el desván, o el de las guindas, el pan recién hecho, el del ganado pastando... tantos olores desaparecidos...
Framboise, la pena es que esos "palabros" se están perdiendo, la gente joven ya no los utiliza.
ResponderEliminarNavaja, pulgares arriba siempre. Y copita de vino de Bullas (aunque te diré que yo prefiero el jumilla o el yecla, también murcianos, pero no se lo digas a nadie)
María Jesús, qué te voy a decir a ti que no sepas, galleguiña...
José Vicente, mi voto fue uno más de los muchos que recibiste. Justísima victoria la tuya, pese a los votos "amarillos" que hubo, y que yo no acabo de entender. Un abrazo especial para ti.
Mariluz, ya voy teniendo ganas de compartir un belmonte contigo. Tahúlla es una palabra que se sigue utilizando mucho en Murcia. Equivale a 1.118 metros cuadrados.
Pedrice, ¡qué mayores vamos siendo luego a luego, pijo!
Ana María, ¡alto ahí, que yo tampoco he conocido la era! Soy mayor, pero aún no llego al siglo (voy camino) Otro beso especial para ti, bailaora.
Encarni, en Caravaca también hay un museo etnológico en el que se pueden ver esos "cacharros" maravillosos que se utilizaban antes en el campo y que hoy han sido susutuídos por máquinas diversas. Esas máquinas, a su vez, dentro de poco pasarán al museo. Todos somos carne de arqueología (snif!)
Lourdes, me gusta verte por aquí. Los olores antiguos solo los conserva el monte. Hoy la tierra huele a gasoil. Bueno, y la mía caravaqueña a "moñiga de oveja", que andamos estos días "enmoñigando" los bancales con ese abono tan ecológico.
Te vamos a nombrar pregonero de esta nuestra tierra, por lo bien que describes sus paisajes y costumbres. Seguro que mucha gente no sabe lo que es un alatonero y mucho menos que sabor tiene un alaton.
ResponderEliminarUn abrazo
Tetealca, yo soy un caravaqueño frustrado. Me hubiera gustado y enorgullecido nacer en Caravaca, pero me nacieron en Madrid. El hombre no será completamente libre hasta que elija su lugar de nacimiento. Un abrazo, paisanico :)
ResponderEliminarPasa en todos lados, palabras que hasta hace poco usábamos y los chicos de ahora ni las entienden.
ResponderEliminarUn beso, Diego, me encantan estas cosas que cuentas.
Vine desde el blog de Nocheinfinita y también coincido con los comentarios que me preceden, este lenguaje ya en desuso es como si nos identificara con nuestro pasado, a mi me hace recordar las historias de mi abuela y de la infancia de mi padre.
ResponderEliminarAunque poyo de la puerta y del pozo del agua es de mi niñez.
un saludo
Virgi, Esilleviana, la pena es que esas palabras y tantas otras se van perdiendo. Por eso es bueno resucitarlas y rescatarlas del olvido.
ResponderEliminarSiempre lo he conocido como viergo, aunque no sé de madera estarían hechos.
ResponderEliminarMe alegra que queden guardianes de las palabras.
Creo que recojo el celemín de Pedrice. Conozco uno que su última utilidad está como medidor de salud, desde hace tiempo almacena todas apiladitas las cajas con sus medicamentos varios. Y ya empieza a rebosar!. De madera también, en lo alto del microondas lo tiene, pero no quiere dármelo. Su celemín heredado, mi madre.
Te dejo una que me encanta, besana.