lunes, 1 de marzo de 2010
Perder la cabeza
Otra vez, y van... Hace unos días he vuelto a perder la cabeza. Siempre me pasa lo mismo, me doy cuenta después de levantarme, cuando me planto frente al espejo del cuarto de baño con los apechusques del afeitado en la mano, después de la ducha. El espejo aparece vacío de caras, de ojos soñolientos, de orejas, de ojeras, de narices, nadie me mira desde su pulida superficie. “Otra vez se ha largado”, pienso...
Como siempre, inicié la búsqueda en los lugares en los que suelo perder la cabeza, no son tantos.
Me fui a tu casa, pensado que estaría sobre tu almohada, mirándote con ojos sorprendidos y una sonrisa dibujada en sus labios. Revolvimos tu dormitorio de penumbras y cielos y gatos blancos que se cuelan por esa ventana siempre entreabierta, pero allí no había cabezas descarriadas entre sábanas azules, sólo algún retazo de antiguas palabras inventadas. Y el gato.
Luego viajé a la caseta del monte, donde guardo mi bicicleta azul. Me dijo, con aires de reproche, que hace ya dos meses que no me ve a mí ni a ninguna parte de mi cuerpo, cabeza o nalgas, y que ya se está cansando de que no la saque a pasear, que se le oxidan los engranajes por falta de uso, que me va a abandonar. Es tan suya...
La busqué a gritos por cimas, collados, senderos, riscos, ramblas, pero sólo contestó el eco solitario de mi voz descabezada, rebotado en no sé qué nubes o cielos sólidos. En bancales, en cornejales, en acequias, en regueras, debajo de las piedras, en guinchas, en mi cueva... pero no hallé ni rastro de cabeza, apenas los restos de antiguas miradas colgadas de las piedras, de las ramas, de los barrancos, las miradas nunca desaparecen de los lugares mirados.
Y así sigo, medio cuerdo, buscando sin mucho interés mi cabeza, en el fondo me gusta perderla a menudo para que luego le cuente al resto de mi cansado cuerpo sus nuevos o redescubiertos olores, sabores, paisajes, sus nuevas perdiciones.
Pero ya son muchos días, ¿se la habrá comido el gato blanco de cola negra? Si la veis por ahí, decírmelo para ir a buscarla. Pero no la encontraréis en ambientes cerrados llenos de ruidos, ni junto a políticos del color que sea, ni en ciudades abarrotadas de otras cabezas inexpresivas, sólo puede estar mirando horizontes de colores en algún lugar soleado y solitario donde el aire refresque su cara.
(Foto: dos de las cuatro nuevas torres de Madrid)
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La vi pasar. Charlamos un rato. Luego se fue sin dar explicaciones.
ResponderEliminarPero me dijo que tenía poco tiempo,porque luego tenía que volver a casa.
Si la veo te lo diré, aunque no creo que tengas que ir a buscarla, ella siempre vuelve, tardara más o menos días... pero volvera y nuevamente te sorprendera.
ResponderEliminarYo tambien la pierdo de vez en cuando, en el fondo me gusta, cuando vuelve siempre me enseña algo nuevo.
Y a ti? Te gusta o por el contrario te disgusta?
Gracias Diego, cada día me gusta más lo que escribes, tus palabras son tan sonoras en mis ojos que las leen... tan llenas de tí :)
ResponderEliminarBesos
María Hesús, la próxima vez le atizas con el azadón y me la devuelves.
ResponderEliminarElla, ella vuelve siempre, en el fondo me necesita. Pero me gusta perderla y a ella le gusta que la pierda de vez en cuando.
Ana María intuída, gracias. La verdad es que todo lo que escribimos debe estar lleno de nosotros.
Bueno, tomé mi "palabracaidas" y me vine volando hasta ti... una forma hermosa de encontrarnos en este mundo para seguir perdiendo la cabeza en compañía de otros locos. Un beso y te seguiré de cerca. Mua!
ResponderEliminarEl otro día la vi, paseaba entre la nieve recién caida, pero no iba sola, mi cabeza se fué con ella, no se donde andarán pero seguro que cuando vuelvan nos cuentan cosas estupendas.
ResponderEliminarHacía frio y le presté un gorro, azul por supuesto.
a mi también me pasa...he perdido la cabeza y ya me han robado el mes de Abril y el de Mayo y otros seis meses más
ResponderEliminarBesucos
Gitana, es una gozada abrir los palabracaídas y aterrizar en otros lugares. Me paso por tu cubículo a ver qué cuentas.
ResponderEliminarAngelito, seguro que nuestras cabezas se lo pasaron estupendamente. Y gracias por el gorro (azul, por supuesto), mi cabeza sin pelo te lo agradeció sin duda.
Daisy, ojalá no la recuperes del todo...